jueves, 19 de diciembre de 2019

Pesadilla antes de Navidad

Tomo el título de la película de Tim Burton, para recrear la vida escolar en la semana previa a la Navidad. El alumnado ya está evaluado, las notas entregadas. Dile tú a los chavales que mientras no dan las vacaciones, hay que seguir trabajando. De nada vale intentar convencerlos de que la segunda evaluación es muy corta y el tiempo hay que aprovecharlo. Ellos se toman muy en serio el "carpe diem", ya habrá tiempo de agobiarse la víspera de los exámenes. Una vez recibido el boletín, lo único que quieren es ensayar los villancicos del festival navideño, en bucle durante las seis horas de clase.

Hablando de festivales navideños, cabe distinguir entre el alumnado de Infantil-Primaria y el de Secundaria. Mientras que los primeros esperan ilusionados que llegue el momento, preparan su atuendo semanas antes y torturan a padres y profes, repitiendo canciones y coreografías de forma vehemente; los segundos no se ponen de acuerdo en qué canción escoger, ni en la vestimenta a utilizar, ni en el hecho de cantar o bailar. La vergüenza es soberana en asuntos adolescentes y el cambio de voz a algunos, le juega malas pasadas.

El espíritu navideño se adueña del colegio. La sala de profesores se convierte en el plató de Sálvame; rebosante de bombones y polvorones enviados por el AMPA y las editoriales. La pelea con la báscula empieza cada vez antes, hay que ir entrenando el estómago para las Navidades. Los maestros de Infantil reciben obsequios de los padres, los de Secundaria nos contentamos con que, a pesar de todo, nos deseen un feliz año. Por los pasillos, hay duendes, renos y elfos disfrazados; y los villancicos que no falten. En la puerta de entrada, en el salón de actos, en la biblioteca, en el comedor, en audiovisuales, en todas las aulas. Y en tu cabeza, retumban las campanas.
 
Y llega el ansiado último día, la puesta de largo: el festival. Las familias de los más pequeños abarrotan el salón de actos, móviles en mano para viralizar la actuación de sus vástagos. Para los padres, ese día es obligado en el trabajo, han de ovacionar a sus enanos por semejante esfuerzo coreográfico. Y es que no hay público más agradecido que las familias de Infantil-Primaria. En el caso de Secundaria, una sucesión de villancicos más o menos afinados tendrá lugar en el escenario, donde no faltarán hits como Feliz Navidad, Los peces en el río, El burrito sabanero o alguna versión 2.0 dedicada a los profesores al estilo de las "cantigas de escarnio".

martes, 10 de diciembre de 2019

Notitis febril

El otro día me comentaba una compañera el siguiente suceso acaecido en el colegio. Dos niñas de 5º de Primaria, comentando los resultados del último examen. Niña 1 dice: "saqué un 7,5". Niña 2 responde "vaya mierda de nota, tu madre te va a matar". Semejante aseveración me ha hecho pensar en cómo hemos perdido el norte como sociedad. Parece que ser buena persona o tener cultura ya no es prioritario, lo importante, lo que nos define, es la nota de los exámenes. O eso creen la mayoría de alumnos, convencidos de que el que saca un 10 vale infinitamente más que el del notable. A este respecto, no puedo dejar de preguntarme si este pensamiento se debe a la presión de un núcleo familiar hiperexigente o simplemente pertenece al terreno de la fantasía adolescente.

A nivel de enseñanzas medias, convencer al alumnado de que los exámenes no son más que una herramienta de evaluación es imposible para el profesorado. A ellos, no les importa aprender de los errores; sino aprobar e ir pasando de curso. Y a algunos, lo que les preocupa de forma exclusiva es obtener la mejor nota de su clase. En parte, no podemos culparlos, ya que el acceso a la universidad estará condicionado por la famosa "nota de corte", puesto que de alguna forma los estudios hay que baremarlos. Lo preocupante del asunto es que esta obsesión por "ser el mejor" cada vez comienza antes, existiendo gran cantidad de niños que viven una angustia permanente y soportan unos niveles de estrés anormales para su edad. Y por desgracia, también muchos niños medicados.

¿Cual es el origen entonces de esta obsesión por sacar dieces? No son pocos los niños que no se conforman con el 9 y se echan a llorar ante lo que consideran un fracaso. ¿Nace de ellos o es fruto de la presión parental? Llamadme ilusa pero me cuesta creer que haya personas que inculcen a sus hijos estos valores, que les enseñen que su valía viene determinada por un número escrito en un papel. Supongo que todo padre desea lo mejor para su hijo, le insta a superarse y a ser alguien de provecho, pero siempre dentro de unos márgenes. Cuando estos se desdibujan y la salud mental del niño está en riesgo, debe sonar una señal de alarma. Por desgracia, hay progenitores que, consciente o inconscientemente, llevan a sus hijos al límite, con la falsa idea de ayudarles a ser mejores.

Si no proviene de los padres, entonces ¿de dónde surge esta "notitis" febril que infecta al alumnado? Me atrevería a señalar algunas de sus causas. La primera, la crisis de valores en la que nos hallamos. El alumno diez educado con el profesor y empático con sus compañeros ha sido sustituido por el alumno que saca dieces, haciendo alarde de una gran pedantería. La segunda, la necesidad de autoafirmación del adolescente que pretende destacar en el grupo de iguales, siendo objeto de admiración para el resto de la clase. La tercera, la figura del niño emperador, acostumbrado a ganar en todo, engendrado en una familia que le rinde culto a su perfección. En definitiva, sociedad, familia y profesores, todos tenemos un papel clave en la difusión de esta epidemia que afecta a la educación.

miércoles, 4 de diciembre de 2019

De profesión, youtuber

En mi época, cuando a un niño le preguntabas "que quieres ser de mayor", las respuestas más comunes eran futbolista, astronauta, médico y profesor. Como ya he comentado en anteriores ocasiones, los tiempos han cambiado mucho. Ahora, los niños ya no buscan referentes en la familia o en el entorno próximo, sino en Internet y las redes sociales. El joven sentado frente al ordenador con su habitación de fondo, hablando de Física o videojuegos, es lo que a día de hoy se considera un triunfador. Una personalidad histriónica y numerosos cortes de cámara son requisitos indispensables. Y creatividad, ingrediente básico. Esta no es tan fácil de encontrar, porque casi todo está inventado.

Con el propósito de llevar a cabo una tarea contextualizada con mi alumnado de 3º ESO, este curso decidí proponerles la realización de un vídeo doméstico sobre un elemento químico previamente asignado. El curso pasado, los alumnos llevaron a cabo exposiciones orales en clase; este formato sin embargo, no resultó demasiado exitoso. La ejecución de las exposiciones ocupó varias sesiones y la programación tuvo que acortarse por falta de tiempo (prejuicio para el profesor). Los adolescentes se expresan mejor y se sienten más cómodos frente a una cámara que frente a un público.

La primera reacción a la propuesta, como es costumbre a estos niveles, es preguntar "cuanto cuesta", que traducido a lenguaje corriente significa "cuanto puntua en la evaluación". Así, el alumno en cuestión empieza a hacer sus cuentas, porque hacerlo por aprender, siempre fue una tontería. Es entonces cuando el que quiere nota o el que está raspando el aprobado, se propone llevar a cabo la tarea. "Libertad creativa" fueron mis palabras, y esa fue la semilla del caos. El alumnado está tan acostumbrado a que le digan lo que tiene que hacer, que si no se lo dicen, entra en pánico. Cuando una clase entra en pánico, son unos veinticinco o treinta niños gritando. Sordera precoz del profesor.

Tras el griterío inicial, después de que el alumnado de rienda suelta a su adrenalina, el profesor los guiará y les mostrará ejemplos, reconociendo que la creatividad es fruto también del conocimiento. Habiendo anunciado el trabajo con mes y medio de antelación, se verá el día de la entrega, rodeado de pendrives y con el correo colapsado. Lo de "no dejar todo para el último momento" es algo que debemos decir siempre los maestros, aunque no creamos en ello. Cinco horas en fin de semana evaluando vídeos con los ojos inyectados en sangre. La mayoría realizados mecánicamente para salir del paso, efecto copia y pega formato. Y de repente, se obra el milagro: uno, dos, como máximo tres vídeos en los que no pestañeas, "curradísimos"  a la par que originales, en los que se puede entrever el trabajo y el talento. Solo un pequeño porcentaje de gente, puede convertirse en Youtuber de éxito.

martes, 19 de noviembre de 2019

Tipologías de alumnado

Aunque la docencia ha cambiado mucho en los últimos tiempos, hay cosas que permanecen inalterables. Perfiles de alumnos que se repiten año tras año. En mi época estudiantil, yo era una niña educada, que sacaba buenas notas, a la que le gustaba participar en clase cuando tenía oportunidad. Aunque me adscribieron al club de los chapones, nunca me sentí discriminada, al contrario, siempre tuve una ajetreada vida social. En adelante, os presento algunos perfiles más. 

EL REPETIDOR. Dícese de aquel alumno que pasa de todo, deja los exámenes en blanco y ni se molesta en abrir el libro. Se dedica fundamentalmente a observar desde el fondo del aula y cuando se aburre, a molestar. Desafiar al profesor es, a menudo, su mejor pasatiempo. Se esfuerza por ser el más malote del lugar.

EL LISTO. Dícese de aquel alumno que apenas trabaja y en los exámenes obtiene buenos resultados. Confía en su capacidad y la acompaña de una vagancia singular. Hablando de estudiar, menos es más. Su estrategia es como el secreto de la masa de la pizza, está por dilucidar.

EL ABANDERADO. Dícese de aquel alumno que se erige en líder del grupo por tener una madurez atípica para su edad. Abogado de las causas perdidas, manifestará su descontento con el sistema cada vez que tenga oportunidad. Posible delegado de clase con posibilidades de llegar a ministro.

EL CULO INQUIETO. Dícese de aquel alumno bautizado actualmente como hiperactivo. Le cuesta permanecer sentado, su afición es lanzar objetos en el aula y siempre quiere salir al encerado, ir a afilar, tirar algo a la papelera, hacer fotocopias, etc. Día sí, día no, se cae de la silla.

EL EJEMPLAR. Dícese de aquel alumno que trabaja, saca buenas notas y tiene una actitud excepcional. Plantea preguntas interesantes que suponen retos para el profesorado. Se disculpa ante el profesor por el mal comportamiento del resto. Muchos de sus compañeros le quieren y admiran.

EL NOTITIS. Dícese de aquel alumno que vive obsesionado con ser el mejor de la clase. No le llega el sobresaliente, necesita la matrícula de honor. Trabaja, saca buenas notas pero a diferencia del alumno ejemplar, suele contar con la animadversión de sus compañeros debido a su pedantería.

EL MÚSICO/DEPORTISTA. Dícese de aquel alumno que combina la enseñanza secundaria con la práctica de algún deporte o instrumento musical. En apariencia caótico, pero en realidad ordenado; es capaz de gestionar su tiempo de manera singular.

EL SOBRAO. Dícese de aquel alumno que alardea de sus buenos resultados y del poco tiempo dedicado a obtenerlos. Acompaña su comportamiento con actitud corporal, girado hacia atrás en su pupitre. El que estudia el día anterior porque le resulta "chupao".

EL INADAPTADO. Dícese de aquel alumno que se siente permanentemente incomprendido, fuera de lugar. No sucumbe a la presión del grupo, se reafirma en su personalidad. En ocasiones, puede rebelarse contra el mundo manifestando su opinión de manera firme; en otras, se echa a llorar.

EL GRACIOSILLO. Dícese de aquel alumno que tiene una broma/chiste para cada ocasión. Cuenta con el beneplácito del grupo y la cara de póquer del profesor. A falta de estudio, tiene futuro como comediante.

EL ANÓNIMO.  Dícese de aquel alumno que mantiene un perfil bajo sin hacerse notar. Solo participa cuando se le interpela de forma directa. Sus resultados pueden ser buenos o malos. Jamás protestan, tampoco molestan.

lunes, 28 de octubre de 2019

Enseñar a quien no quiere aprender

Uno de los principales hándicaps de enseñar en Secundaria es que en no pocas ocasiones, el alumnado no tiene el mínimo interés en aprender. La juventud está completamente desmotivada y es difícil descubrir sus centros de interés. No es que no les guste una materia, es que no les gusta ninguna. Muchos se dedican de forma exclusiva a ver la vida pasar, agotando al sistema hasta que cumplen la edad necesaria para irse a la FP básica. Pasan los años, no aprueban ninguna pero pasan de curso por imperativo legal. Y así se perpetua el fracaso escolar.

En mi corta carrera docente, he dado clases en la Universidad y también particulares a domicilio. La diferencia con la enseñanza en Secundaria es abismal. En el primer caso, el alumnado supera los dieciocho años y ha escogido una carrera de forma vocacional. En el segundo, el docente tiene un único alumno, que por la cuenta que le trae (y el bolsillo de sus padres), sacará el máximo partido a las clases. Superada la adolescencia y al margen de las distracciones del grupo, la enseñanza es sin lugar a dudas, una tarea muy gratificante.

Enseñar en Secundaria, sin embargo, es un reto de mayor dimensión, se trata de transmitir conocimiento a un gran grupo de personas obligadas a permanecer entre esas cuatro paredes del aula. Es por eso que el alumnado usará estrategias varias para distraerse y perder el tiempo. No faltará quien pida cincuenta veces ir al baño, quien se ofrezca para hacer fotocopias aún cuando sea innecesario o quien pregunte de forma repetitiva lo último que se acaba de decir. El caso es obstaculizar la labor docente.

Por suerte, aún quedan alumnos en Secundaria con un ansia inagotable de aprender. No me refiero a aquellos a los que sólo preocupa sacar el diez, los resultadistas, como les llamo yo. Las dudas de estos se refieren únicamente a los exámenes, lo que les importa es ser el mejor. Me refiero a esos alumnos que se acercan al profesor cuando termina la clase y le plantean cuestiones de todo tipo, aunque no tengan que ver con la materia que se está explicando. Me refiero a esos alumnos que son capaces de razonar, más allá de la chapatoria. Esos alumnos que son conscientes de que los exámenes no son más que una herramienta de evaluación, esos alumnos que cuando toca el timbre te dicen "profesor/a, me gustan mucho tus clases".

sábado, 5 de octubre de 2019

Ciencia e hiperactividad

En los últimos años, se han incrementado el número de alumnos diagnosticados de hiperactividad en las aulas. Parece ser una epidemia moderna que afecta a todas las etapas educativas, desde infantil a secundaria. Si bien esta figura existió siempre, la del niño inquieto que interrumpe continuamente, ahora cobra protagonismo al existir protocolos específicos de actuación en las aulas. Y aunque es imperativo atender a la diversidad del alumnado, el debate está servido, pudiendo enmascararse la rebeldía, la desidia o los malos modales bajo el paraguas de la hiperactividad.

Para un profesor, dar una clase en un aula con un alto número de niños hiperactivos es una tarea muy dificultosa. La normativa dice que estos niños han de sentarse en los pupitres de delante. El problema, muchas veces, es que murmuren o hablen, haciendo que los alumnos de atrás no puedan escuchar las explicaciones. Entendiendo que los hiperactivos necesitan moverse continuamente, el profesor autorizará que se levanten en determinadas ocasiones (para ir a la papelera, al baño, etc.). En otras muchas, se balancearán en la silla o jugarán con el material, acabando casi siempre por los suelos.

Aunque en el aula la conducta de estos niños pueda ser disruptiva, es en el laboratorio donde entraña graves peligros para la propia integridad y la de los compañeros. Si bien en los laboratorios escolares, los productos químicos están bajo llave, un procedimiento a priori inocuo, como la separación de una mezcla, puede convertirse en algo peligroso si el material de vidrio termina rompiéndose. Los ácidos y mecheros, se mantendrán alejados de los niños debido al elevado riesgo de quemaduras e incendios.

Si convivir con un niño incapaz de estarse quieto es complicado, intentar transmitir conocimiento a varios juntos, es practicamente imposible. Así, es frecuente que haya que repetir la última frase pronunciada dos veces sistemáticamente, porque el alumno hiperactivo se convierte en un eco, que pregunta justo aquello que el profesor acaba de afirmar. Su necesidad de hablar es tan imperiosa que no esperará a que se le conceda la palabra. Y al profesor no le quedará otra que trabajar su paciencia, esa que el alumno jamás tendrá.

lunes, 30 de septiembre de 2019

Factor de convicción

Una de las tareas más difíciles a las que se enfrenta el profesor de Física y Química en los primeros cursos de la ESO es la enseñanza de los factores de conversión. El cambio de unidades, que se seguirá practicando hasta obtener el graduado de ESO, es un desafío titánico para el alumnado que con doce o trece años, empieza a desarrollar el pensamiento abstracto. La reacción base incluye caras de estupefacción y gritos de "no lo entiendo".

El primer paso es el repaso del sistema métrico decimal estudiado en Primaria, la famosa escalera. Si bajo, multiplico y si subo, divido. A esto, hay que sumar el recordatorio de que las unidades de superficie van de 100 en 100 y las de volumen de 1000 en 1000. El factor de conversión se presenta como una fracción (monstruo de tres cabezas), con numerador y denominador. No estará de más recordar que el numerador es el de arriba y el denominador el de abajo. Lo más importante en estos casos es no subestimar la capacidad de borrado/reseteado del verano. 

Continuaremos matizando que una magnitud está definida por un número y una unidad y que, a diferencia de las matemáticas, empezaremos por transformar las unidades. Primer paso, pensar cual es la unidad del SI. Segundo paso, pensar que unidad es más grande (por ejemplo, el quilogramo o el gramo). Tercer paso, colocar la fracción a conveniencia para poder eliminar la unidad del numerador y escribir la equivalencia (lo que está arriba, abajo y lo que está abajo, arriba). Cuarto paso, repetir el paso anterior con la unidad del denominador. Quinto y último paso, operar los números.

Esta secuencia, que puede parecer sencilla, se convierte en un intenso quebradero de cabeza para niños y padres. Unidades descolocadas, errores al operar; alumnos que se empeñan en ir por el camino más difícil, partiendo de la unidad que es menor. El profesor tirándose de los pelos y desgarrándose la voz, teniendo pesadillas con el dichoso factor de conversión, esperanzado únicamente por el hecho de que una vez aprendido, jamás es olvidado. Todo el mundo a la pizarra y las repeticiones que hagan falta. Es ya una cuestión de orgullo... FACTOR DE CONVICCIÓN.

jueves, 19 de septiembre de 2019

Las primeras impresiones

Que hay una brecha enorme entre la teoría y la práctica, todos lo sabemos. Y que la experiencia es un grado, también. El profesor novato, sin embargo, es un idealista, que haciendo caso de las actuales corrientes pedagógicas, intentará dar confianza al alumnado para instaurar el diálogo de "tú a tú" como método de aprendizaje. El joven entusiasta se dará cuenta enseguida que este sistema es difícil de implantar y descubrirá con asombro que, tratando con adolescentes, la única forma de lograr el orden en clase es a través del miedo, que para ellos es sinónimo de respeto.

Las últimas investigaciones en materia de Educación dicen que la mejor manera de atraer la atención de nuestro alumnado es partir de sus intereses; esforzarse por conocerlos y tener en cuenta su opinión sobre el desarrollo de la asignatura. Por este motivo, el profesor de primer año dedicará las clases iniciales a conocer a su alumnado y les dará espacio para manifestar sus inquietudes sobre la materia. Pronto descubrirá que tal ejercicio de confianza, se volverá en su contra: gran parte de los adolescentes desconocen donde están los límites y con frecuencia olvidan cual es su posición, creyéndose con el derecho de decirle a los adultos, en este caso, profesores, lo que tienen que hacer.

Con esta lección aprendida, el profesor de segundo año empezará el curso enumerando las normas de la asignatura. La presunción de inocencia desaparece y la política que se aplica es la de "todo el mundo es culpable, hasta que se demuestre lo contrario". Es triste que haya que empezar amenazando, pero la actitud empática del primer año parece haber fracasado. Las ayudas por parte del profesor, inicialmente prestadas desde el primer día, se convierten ahora en un premio al buen comportamiento. Es lo que ocurre cuando damos todo al principio, que la gente se olvida de valorarlo. La cosa cambia cuando se pasa de tenerlo todo a tener que ganárselo.

La Educación ha cambiado mucho en los últimos años; aun así, es curioso descubrir que los métodos de antaño siguen funcionando. Encontrar el equilibrio entre la disciplina y el diálogo en la docencia no es tarea fácil. Un profesor que atemoriza a la clase mantiene el orden con un solo guiño de ojo, pero a cambio, el alumnado no se atreve a preguntar o levantar la mano. Por otro lado, un profesor que crea un ambiente distendido para que el alumnado participe, acaba viendo como la clase se va de madre. Supongo que no existe una fórmula mágica al respecto, solo queda seguir experimentando.

miércoles, 11 de septiembre de 2019

El amor es física y química

La frase no es mía, es de Severo Ochoa. Se la he tomado prestada para utilizarla en este curso y así intentar acercar la materia al mundo adolescente. Y es que Newton puede explicarnos la atracción de los cuerpos y las reacciones químicas son, al fin y al cabo, las que están detrás del primer beso. Como son muchos los prejuicios que el alumnado tiene a la hora de afrontar esta asignatura, el hablar de amor, el cual ocupa la mayor parte de su tiempo, puede ser útil al respecto.

El primer tema del curso es "El conocimiento científico", cuyas fases coinciden con las del enamoramiento. En primer lugar, está la observación de los fenómenos naturales. La vista es el primer sentido que usamos cuando nos fijamos en alguien, ya lo dice la famosa frase "tal persona me entró por los ojos". Cuando nos paramos a observar, la naturaleza nos deleita con su belleza. Tras la observación de las características del sujeto (fenómeno), llega la elaboración de hipótesis: "quizás yo también le guste". Vamos a intentarlo.

La aceptación o refutación de dicha hipótesis dependerá de la fase de experimentación, en la que tiene lugar la recogida de datos. En esta etapa, comprobaremos si la persona corresponde a nuestras miradas, se ríe con nuestros comentarios, nos da likes en redes sociales, etc. En base a los datos recogidos y tras el análisis correspondiente, estaremos en situación de elaborar las conclusiones pertinentes: si la persona se muestra cómplice, es muy probable que le guste; si me ignora, es posible que no sienta lo mismo. Y así avanza la ciencia y los asuntos del corazón. En caso de refutar la hipótesis de partida, no queda otra que seguir experimentando hasta encontrar un resultado satisfactorio.

Convencer al alumnado de la aplicabilidad de las materias de Ciencias a la vida cotidiana es difícil en muchas ocasiones. Los adolescentes no ven sentido a realizar cálculos con fórmulas físicas o aprender la estructura de los átomos. Quizás ayude plantear la Ley de la gravitación universal en términos de pareja o utilizar hormonas como la oxitocina como ejemplo de moléculas importantes. En próximas entregas, os contaré si funciona.


lunes, 5 de agosto de 2019

Vacaciones escolares

Si no eres profesor, habrás dicho infinidad de veces eso de "la docencia es un chollo porque tienes dos meses de vacaciones". Si eres profesor, ante tal aseveración, habrás pensado en más de una ocasión, "me gustaría que entrases en un aula y verás como cambias de opinión". Si bien los profesores no podemos quejarnos si nos comparamos con otros trabajos, nos vemos obligados con frecuencia a reivindicar nuestro derecho al descanso vacacional: ese tan necesario para una buena higiene mental. 

En el período estival, los profesores disfrutamos más que nunca de los momentos de soledad. Después de nueve meses escuchando gritos a diario, el silencio se convierte en uno de los mayores placeres veraniegos: en la playa, en la casa del pueblo o donde tengamos a bien desconectar. Es por eso, que el profesor estándar huirá de las muchedumbres, prefiriendo los grupos pequeños para charlar. Aprovechará para enfrascarse en la lectura de todas esas novelas que fue anotando a lo largo del año y que debido a las obligaciones profesionales, no pudo abordar. Se dedicará a la jardinería, al deporte o a las manualidades. Y en el mejor de los casos, hará un gran viaje, a poder ser al extranjero, lejos de niños y papás.

Pero no todo es disfrute en el período vacacional, porque el abnegado profesor continuará trabajando en los materiales del próximo curso: elaborando nuevos contenidos o rehaciendo los pasados; pensando en lo que funcionó y en lo que no, exprimiéndose los sesos para hacer que su odiada asignatura sea más atractiva e interesante, leyendo libros sobre educación y metodologías innovadoras y buscando cursos de formación para aumentar su experiencia y currículum. Porque esta, al igual que muchas otras, es una tarea en la que cuanto más investigas, más consciente eres de lo poco que sabes. "El buen profesor, nunca deja de ser alumno".

Y entre una cosa y otra, transcurren las vacaciones y el tiempo se nos escapa de las manos. Cuando amigos y conocidos nos preguntan, aprovechamos para quejarnos, que eso se nos da de maravilla a los profesores, para que negarlo. Nuestra palabra favorita es FALTA: el respeto en las aulas, la infraestructura, los recursos didácticos, el personal de apoyo y un largo etcétera. Lo bueno es que la experiencia es un grado y cada año, nos hacemos un poco más sabios. Dos meses imprescindibles para recargar pilas y en septiembre, volver con ganas renovadas.

sábado, 27 de julio de 2019

Querido abuelo

Querido abuelo,

Sé que a ti te hubiese gustado que siguiese investigando. Te llenaba de orgullo hablar de mi trabajo en la universidad. Recuerdo cuan henchido estabas el día que presenté mi tesina: con tu traje de rayas, tu gorra y esa pose tuya tan elegante. A mi tesis no pudiste asistir, fueron solo tres meses, pero la vida te llevó antes. A ti quise dedicar mi manuscrito, porque siempre me inspiraste y lo sigues haciendo. Me basta con pensar en tu sonrisa, esa que tenías el día que presenté mi primer monólogo, para sentirme en calma. Porque tú me apoyabas incondicionalmente y eras mi fan "number one".

Creo que no te sorprendería saber que he dejado a un lado la veterinaria y ahora, me dedico a la enseñanza. Si tú supieras abuelo, como han cambiado los tiempos desde que tú nos llevabas al colegio. En aquel entonces, algunos profesores aún usaban la vara con los niños que se portaban mal en Primaria. Había alumnos inquietos en las aulas pero no existía la famosa hiperactividad de la que todo el mundo habla. Los niños acudían a actividades extraescolares, una o dos que les gustaban; hoy tienen la agenda más apretada que muchos adultos y apenas tienen tiempo para jugar. Los niños de ahora viven rodeados de pantallas. Y pensar que nosotras no tuvimos móvil hasta los 17 años...

Los adolescentes ya no juegan al Mario Bros, sino al famoso Fortnite. En él, tienen que matar gente y se pasan horas enganchados al ordenador. Estudios científicos han demostrado que ese tipo de videojuegos crea adicción y los vuelve violentos. Y efectivamente, es lo que sucede. No me refiero a unos cuantos empujones en el patio del colegio, sino a la forma que tienen de relacionarse. Aunque el acoso hacia el diferente existió siempre, ahora se agrava en Instagram y los grupos de WhatsApp. Por esta razón, las patologías mentales en adolescentes se han incrementado tanto en la actualidad. Al mal uso de las tecnologías hay que sumarle los altos niveles de competitividad, que hacen que el adolescente se convierta, en muchas ocasiones, en una bomba a punto de estallar.

Pero tranquilo, abuelo, que yo no pierdo la esperanza. Aunque el panorama de la enseñanza pueda parecer desalentador, hay muchos aspectos en los que el tiempo pasado no fue mejor. Ahora en los colegios se atiende a la diversidad de los niños desde edades tempranas, se trabajan la autoestima y la motivación para ayudarlos a crecer no sólo en conocimientos, sino también como personas, ha aumentado su sensibilidad en torno a temas como el medioambiente o la violencia contra la mujer y gracias al acceso a la información, aparecen pequeños genios en todas las partes del mundo. Y esto, es lo que intento hacer ahora, abuelo, ayudar a los niños en este proceso. Espero que estés orgulloso.

Te quiero,

Eva

viernes, 19 de julio de 2019

Bienvenidos a la misión

Bienvenidos a mi nuevo proyecto. Hace meses que le llevo dando vueltas a la idea de empezar un blog docente, mucho más serio y específico que su predecesor. Aunque no os asustéis, porque en este humilde blog no faltará sentido del humor. Quizás sea fruto de un proceso de maduración personal, quizás sea la forma de compartir con vosotros, mis fieles lectores, anécdotas y experiencias de esta profesión. Quizás este blog sirva de refugio a algún profesor novato en busca de comprensión, quizás lleguen a él madres y padres buscando información sobre lo que acontece entre "esas cuatro paredes" del colegio o quizás podáis leerme todos aquellos a los que como a mí, os interesa la educación. Y quizás también algún alumno que por un momento quiera meterse en la mente de un profesor.

Hace ahora un año que mi andanza docente comenzó. Siempre me gustó enseñar, quería trabajar con personas. Es por eso que después de once años en la universidad, decidí matricularme en el Máster de Profesorado, antiguo CAP, una titulación muy solicitada en los últimos tiempos debido a la precaria situación del mercado laboral. Para muchos de mis compañeros de Máster, era una alternativa a la falta de trabajo, la opción B. En mi caso, era mi opción prioritaria. Afortunadamente, pude presentar mi TFM en julio y empezar a enviar currículums a los colegios privados. Carecía de experiencia más allá de las clases particulares, ni siquiera tenía las famosas habilitaciones; pero estaba muy motivada para empezar a trabajar y decidí probar suerte. Y la suerte me sonrió.

Empecé el curso en septiembre con mucha ilusión pero también con cierta inquietud por querer hacerlo bien. Son tantas las preguntas que te planteas al principio. Nadie me había enseñado a hacer la famosa programación, con ayuda de los compañeros pude sacarlo adelante. Encargada de una asignatura en dos cursos, para ser el primer año, el reto era grande. Pero el desafío más importante fue, sin lugar a dudas, el de dar clases. Sabía que no sería fácil, no por los contenidos en sí, sino por intentar explicar algo en un aula llena de adolescentes. Agradecí los consejos de otros compañeros pero decidí cometer mis propios errores y aprender de ellos. Creo que todos tenemos ese derecho. Así, entre ensayo y error fue pasando el tiempo, fui conociendo a los alumnos cada vez más, nos fuimos acostumbrando unos a otros y establecí con ellos una extraña relación de lejanía-proximidad. Aprendí que en la adolescencia, los sentimientos se arremolinan de tal forma que un día te odian y al siguiente, te aman.

Y así, sin quererlo, sin apenas darme cuenta, el curso terminó. Hubo momentos complicados, en los que me replanteé si de verdad valía para ello. Una cuestión de talante, ya no de conocimientos. Establecí contacto con los jóvenes de ahora, que nada tienen que ver con los de antes y aprendí a valorar, aún más si cabe, el trabajo de los profesores de mi infancia. Comprendí el hastío con el que ciertos profesores terminan su vida laboral, entendí por qué existen las bajas por depresión o por qué las vacaciones docentes son más largas que las de otros trabajadores. Al final, recibí un precioso mensaje de una alumna en el que me agradecía haberle devuelto la pasión por las ciencias. Todo el esfuerzo mereció la pena; lo había conseguido, hacer realidad mi sueño.

Querido abuelo VII

Querido abuelo, Un nuevo año termina y como tengo por costumbre, me gustaría compartir contigo como evoluciona mi sueño de ser docente. Casu...