Ciencia e hiperactividad

En los últimos años, se han incrementado el número de alumnos diagnosticados de hiperactividad en las aulas. Parece ser una epidemia moderna que afecta a todas las etapas educativas, desde infantil a secundaria. Si bien esta figura existió siempre, la del niño inquieto que interrumpe continuamente, ahora cobra protagonismo al existir protocolos específicos de actuación en las aulas. Y aunque es imperativo atender a la diversidad del alumnado, el debate está servido, pudiendo enmascararse la rebeldía, la desidia o los malos modales bajo el paraguas de la hiperactividad.

Para un profesor, dar una clase en un aula con un alto número de niños hiperactivos es una tarea muy dificultosa. La normativa dice que estos niños han de sentarse en los pupitres de delante. El problema, muchas veces, es que murmuren o hablen, haciendo que los alumnos de atrás no puedan escuchar las explicaciones. Entendiendo que los hiperactivos necesitan moverse continuamente, el profesor autorizará que se levanten en determinadas ocasiones (para ir a la papelera, al baño, etc.). En otras muchas, se balancearán en la silla o jugarán con el material, acabando casi siempre por los suelos.

Aunque en el aula la conducta de estos niños pueda ser disruptiva, es en el laboratorio donde entraña graves peligros para la propia integridad y la de los compañeros. Si bien en los laboratorios escolares, los productos químicos están bajo llave, un procedimiento a priori inocuo, como la separación de una mezcla, puede convertirse en algo peligroso si el material de vidrio termina rompiéndose. Los ácidos y mecheros, se mantendrán alejados de los niños debido al elevado riesgo de quemaduras e incendios.

Si convivir con un niño incapaz de estarse quieto es complicado, intentar transmitir conocimiento a varios juntos, es practicamente imposible. Así, es frecuente que haya que repetir la última frase pronunciada dos veces sistemáticamente, porque el alumno hiperactivo se convierte en un eco, que pregunta justo aquello que el profesor acaba de afirmar. Su necesidad de hablar es tan imperiosa que no esperará a que se le conceda la palabra. Y al profesor no le quedará otra que trabajar su paciencia, esa que el alumno jamás tendrá.

Comentarios

Entradas populares