Vacaciones escolares

Si no eres profesor, habrás dicho infinidad de veces eso de "la docencia es un chollo porque tienes dos meses de vacaciones". Si eres profesor, ante tal aseveración, habrás pensado en más de una ocasión, "me gustaría que entrases en un aula y verás como cambias de opinión". Si bien los profesores no podemos quejarnos si nos comparamos con otros trabajos, nos vemos obligados con frecuencia a reivindicar nuestro derecho al descanso vacacional: ese tan necesario para una buena higiene mental. 

En el período estival, los profesores disfrutamos más que nunca de los momentos de soledad. Después de nueve meses escuchando gritos a diario, el silencio se convierte en uno de los mayores placeres veraniegos: en la playa, en la casa del pueblo o donde tengamos a bien desconectar. Es por eso, que el profesor estándar huirá de las muchedumbres, prefiriendo los grupos pequeños para charlar. Aprovechará para enfrascarse en la lectura de todas esas novelas que fue anotando a lo largo del año y que debido a las obligaciones profesionales, no pudo abordar. Se dedicará a la jardinería, al deporte o a las manualidades. Y en el mejor de los casos, hará un gran viaje, a poder ser al extranjero, lejos de niños y papás.

Pero no todo es disfrute en el período vacacional, porque el abnegado profesor continuará trabajando en los materiales del próximo curso: elaborando nuevos contenidos o rehaciendo los pasados; pensando en lo que funcionó y en lo que no, exprimiéndose los sesos para hacer que su odiada asignatura sea más atractiva e interesante, leyendo libros sobre educación y metodologías innovadoras y buscando cursos de formación para aumentar su experiencia y currículum. Porque esta, al igual que muchas otras, es una tarea en la que cuanto más investigas, más consciente eres de lo poco que sabes. "El buen profesor, nunca deja de ser alumno".

Y entre una cosa y otra, transcurren las vacaciones y el tiempo se nos escapa de las manos. Cuando amigos y conocidos nos preguntan, aprovechamos para quejarnos, que eso se nos da de maravilla a los profesores, para que negarlo. Nuestra palabra favorita es FALTA: el respeto en las aulas, la infraestructura, los recursos didácticos, el personal de apoyo y un largo etcétera. Lo bueno es que la experiencia es un grado y cada año, nos hacemos un poco más sabios. Dos meses imprescindibles para recargar pilas y en septiembre, volver con ganas renovadas.

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