Mucho se habla de la buena vida del docente, no tanto de lo convulso que es el inicio del curso para el profesorado sustituto. La gente suele decirnos que no podemos quejarnos, tenemos el mejor calendario. Si bien esto es cierto, pocos son conscientes de la vorágine que supone para nosotros el mes de septiembre. Tras la calma veraniega, llega el momento más estresante del curso. Consultar la aplicación de la Consellería a diario, estar pendiente del teléfono y prepararse para, de un día para otro, tener que mudarse.
Si tienes la suerte de obtener plaza en agosto, podrás ir preparando el aterrizaje, buscando opciones con calma. Lo más habitual, sin embargo, es que no te avisen hasta el día anterior al inicio de clases. No tienes tiempo a buscar vivienda ni sabes que materias impartirás; lo que toca es ir día a día, sobreviviendo hasta el fin de semana. Es lo que yo llamo un aterrizaje de emergencia. Para los que somos de organizarnos con tiempo, esta situación es muy desafiante, ya que resulta complicado centrarse en la planificación de clases cuando no tienes un lugar donde cobijarte. Es por eso que siempre nos utilizo a los docentes sustitutos como ejemplo ilustrativo de la Pirámide de Maslow.
Básicamente, existen tres opciones en el aterrizaje: conducir hasta tu casa, alojarte en una pensión u hostal o quedarte con el primer piso que encuentres medianamente confortable. Hay quien baraja la opción también de comprarse una autocaravana. La premura te impide prestar atención a varios detalles en los que en otras circunstancias, te fijarías a la hora de mudarte, como por ejemplo las humedades. Te pican los ojos, se te hiela la cabeza en cama y convives con los hongos que proliferan en superficies varias. En el mejor de los casos, dispones de un deshumidificador, en el peor, recurres a la ventilación. Un tema aparte es el menaje, que hasta que no lo tienes, no caes en la cuenta de como es de indispensable. Quizás en el anuncio del piso ni siquiera figure esto, quizás con las prisas ni cuenta te has dado.
Es por eso que la toma de posesión de una plaza desata una oleada de cortisol, que con suerte durará un par de semanas, hasta que por fin, consigas estar instalada. Es posible que esos primeros días, tengas que dormir tapada con una toalla porque no tienes ropa de cama. Quizás tengas que comprar platos y vasos desechables, una cucharilla para tomarte un yogur o un cuchillo para hacerte un bocata. Tendrás que renunciar a beber y comer caliente, por no disponer de tazas, sartenes u ollas. Pequeñas miserias cotidianas del que tiene que enfrentarse en tiempo récord a lo que según los expertos es uno de los sucesos vitales más estresantes: mudarse. Menos mal que como en todo en la vida, la experiencia es un grado y año tras año, vamos haciendo callo.
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