sábado, 11 de septiembre de 2021

Querido abuelo II

Querido abuelo,

Hace un par de años que no te escribo, aunque todos los días me acuerdo de ti. En la última carta, te conté que había dejado la investigación para dedicarme a la docencia. Quién me iba a decir por aquel entonces que me tocaría dar clases en plena pandemia. Telemáticamente primero y presencialmente después, con cambio de colegio de por medio. Ahora, como siempre que empieza un nuevo curso, me siento perdida. Que bien me vendría un consejo tuyo a estas alturas de mi vida. 

En estos tres años he descubierto que enseñar es lo que realmente me hace feliz, abuelo. A veces, no puedo evitar pensar que en el pasado he perdido el tiempo. Qué habría ocurrido si después de terminar la carrera hubiese empezado a perseguir este sueño? Tendría hoy un puesto fijo de profesora? Eso, nunca lo sabremos. Lo que sé seguro es que el aprendizaje y las personas que conocí en ese tiempo merecieron la pena. Cuando me sobreviene la incertidumbre sobre mi carrera, pienso en ti abuelo; tú tuviste varios trabajos hasta entrar en la residencia y tu primer sueldo, fueron unas cuantas pesetas.

Siempre me decías que era una idealista cuando me quejaba por las injusticias. Ahora sé que tenías razón. Trabajar en lo que a uno le gusta es un privilegio del que gozan pocos. En estos años, me he dado cuenta de que un trabajo apasionante puede darle sentido a una vida. Por supuesto que hay más cosas, abuelo, pero a esto dedicamos un tercio de nuestro tiempo. Estoy convencida de que entenderías la frustración que siento. Tantos años de formación, con cambios de casa y salidas al extranjero y, como tantos jóvenes de mi generación, sigo buscando mi lugar en el mundo en estos momentos.

Estamos en una nueva crisis, abuelo. Son tiempos difíciles para todos, pero no más que los que te tocó vivir a ti, huérfano de padre en el franquismo. Quizás los jóvenes de ahora somos egoístas o como lo tuvimos todo, inconformistas, pero yo no quiero dedicar mi tiempo a algo que no me hace feliz, abuelo. No es que me sienta ni más ni menos que nadie, pero me niego a trabajar por cuatrocientos euros. Aspiro a algo más que a un trabajo que me dé sustento. Educar es mi elemento y aunque el camino sea difícil, no quiero renunciar a ese sueño. Pensar en ti me da fuerzas para ello.

Te quiero,

Eva

domingo, 9 de mayo de 2021

El laboratorio en Biología 3º ESO

La materia de Biología y Geología en 3º ESO dispone de solo dos horas semanales, siendo necesario en la práctica reducir el currículum por falta de tiempo. La materia se divide en tres grandes bloques: la célula como unidad estructural y funcional de los seres vivos, las personas y la salud y el estudio del relieve terrestre, además del método científico que se trabaja transversalmente en todos los temas, para  terminar el curso realizando un proyecto de investigación. La decisión de impartir Geología quedará al criterio del centro o del profesor, siendo una de las opciones más realistas suprimir esta parte, que se trabajará en profundidad en 4º ESO al estudiar la tectónica de placas. Por tanto, una posible distribución de la materia por evaluaciones sería la siguiente: la célula en la primera, la dieta y la salud en la segunda y la anatomía humana en la tercera. ¿Qué prácticas de laboratorio se pueden realizar entonces?

En la primera evaluación, comenzaremos con una práctica sobre normas de laboratorio y manejo del microscopio. A este respecto, debemos ser conscientes de que aprender a usar el microscopio es algo que lleva tiempo a los estudiantes, siendo probable tener que dedicar varias sesiones a ello. Una vez sepan utilizarlo y tras haber explicado en la teoría las partes de la célula, ya podremos pasar a la práctica de observación de muestras, ya sea in vivo (levadura) o previa tinción (células vegetales en cebolla). Para estas prácticas hay muchos guiones disponibles en la red; además, los materiales necesarios los encontramos en cualquier laboratorio escolar: microscopio, portaobjetos, cubreobjetos, vidrios de reloj, pinzas, colorantes y poco más. En relación a las dificultades que puedan surgir, lo más frecuente es la ruptura de portaobjetos por parte de los estudiantes al acercar demasiado la platina a los objetivos. Nuestra misión es procurar que no se corten con los restos, ni se manchen con los colorantes.

En la segunda evaluación, nos centraremos en el estudio de los alimentos y la dieta. Para ello, resulta muy interesante, llevar a cabo una práctica de análisis del etiquetado de los alimentos. Una vez proporcionemos a los estudiantes la información que debe estar incluida en una etiqueta, les pediremos que analicen algunas, pudiendo ser ellos mismos los que traigan una pequeña colección de casa. A continuación, pasaremos a realizar la práctica de reconocimiento de nutrientes en los alimentos, principalmente glucosa, almidón, grasas y proteínas. En esta práctica, será el profesor quien prepare los distintos reactivos (Fehling, lugol, Sudán III y reactivo de Biuret, respectivamente) y los ponga a disposición de los estudiantes. En el caso concreto de la glucosa, se necesita calentar con mechero; lo más prudente en este caso es que sea el docente quien realice el procedimiento y ellos observen. 

En la tercera evaluación, entramos de lleno en el estudio de la anatomía humana. Si nuestro laboratorio dispone de modelos de los distintos órganos, aparatos y sistemas, que los estudiantes puedan manipularlos será una opción estupenda para su aprendizaje. Esta práctica, los alumnos, la suelen disfrutar especialmente, si bien son frecuentes ciertos incidentes, como el juego con los cráneos, el hurto de algún elemento de laboratorio y por supuesto, el bullicio generalizado que impide al profesor llevar a cabo las explicaciones y que se da siempre que los estudiantes salen del aula.

jueves, 6 de mayo de 2021

SOS adolescentes

Que los adolescentes son un colectivo vulnerable a los problemas de salud mental es una cuestión harto conocida por familias y docentes. Que la fatiga pandémica se ha cebado especialmente con ellos, es un hecho contrastado por los que compartimos su día a día en las aulas. Muchas veces me cuestiono porqué ahora parece que los jóvenes tienen más problemas mentales que antes. Cuando yo iba al instituto, pocos niños o casi ninguno acudían a terapia con especialistas (al menos que yo tenga conocimiento); a día de hoy, las consultas de psicólogos infanto-juveniles están colapsadas de niños con déficit de atención e hiperactividad, trastornos de ansiedad, depresión y un montón de cosas más. 

A veces, creo que los niños de ahora no tienen la resiliencia de antaño. Quizás sea por haber sido criados entre algodones, les cuesta mucho afrontar los problemas y encajar los fracasos. Pueda derivarse esta actitud de la sobreprotección paterna, que impide a los hijos tropezar, en lugar de ayudarlos a levantarse. Este comportamiento se hace patente, por ejemplo, cuando el niño no pregunta al profesor, sino que es el padre o la madre el que envía un comunicado para decir que su retoño no ha entendido algo. Y así, a pesar de que vayan creciendo, los seguimos infantilizando. Pero este no es un problema exclusivo de los padres, sino que también los profes somos responsables, pues nos sorprendemos a nosotros mismos subrayando el libro de texto a estudiantes de dieciséis años, privándolos así de la capacidad de discernir lo importante.

Otras veces, pienso que los adolescentes de ahora se enfrentan a problemas más graves que los que teníamos antes, debido en gran parte al impacto de las redes sociales. La generación analógica ha dado paso a la generación tecnológica, que durante su primer año de vida ya aprende a manejar la tablet. Los niños, como los adultos, se vuelven esclavos de las pantallas, y su personalidad pasa a estar directamente influenciada por las redes sociales. Si aceptarse durante la pubertad ya es difícil de por sí, imitar los cánones actuales es peligroso a la par que inquietante. Los niños ya no aspiran a ser como sus padres o sus profesores, sino que quieren vivir de las redes como sus ídolos hacen. Moda y videojuegos, esas son sus prioridades. Si a todo esto sumamos la incertidumbre sobre a qué dedicarse, la imposibilidad de pasar tiempo con los amigos o la desmotivación provocada por la pandemia, bastante hacen los pobres con seguir adelante.

A la presión por encajar, característica de estas edades, hemos de añadir la presión por "ser perfectos", que algunos padres imponen a sus hijos. Sorprende enterarse como alguno que otro castiga a su hijo sin móvil por bajar del 9 al 8,75. En el otro extremo, están los que tras un curso entero de incidencias, aún no han decidido manifestarse. Lo social, lo de casa y desgraciadamente, el acoso virtual; porque si algo les importa a los chavales es lo que opinen sus iguales. Es aquí donde los móviles se convierten en armas con las que se hieren unos a otros profundamente. Cuando en mi época se metían con nosotros en el patio del colegio, teníamos donde refugiarnos, en la desconexión de nuestros hogares. Ahora, los adolescentes que sufren, no tienen lugar a donde escaparse, aunque siempre les quedará la escucha comprensiva y el abrazo amable de un profesional, de un profesor o de un padre. 

jueves, 8 de abril de 2021

El buen maestro

Pretenda este ser el primer post de espero que muchos, dedicado a hacer una "review" de películas sobre alumnos y profesores, sobre la problemática en las aulas, sobre educación al fin y al cabo. Esta vez hablaré de "El buen maestro", o en su título original "Les grands esprits". La película sigue la historia de un acomodado profesor de Lengua de un instituto parisino que se va a trabajar a un colegio del extrarradio. Como es de esperar, la realidad que allí encuentra, hará que se sienta como un principiante, que se cuestione sus métodos y que ponga a prueba su vocación por la enseñanza. Si bien hay aspectos de la película que no son extrapolables al sistema educativo en España, los conflictos a los que se enfrentan alumnos y profesores en la película son universales. Analizaré uno a uno los puntos que, a mi modo de ver, constituyen una realidad para los que estamos a diario en las aulas.

El primer aspecto en el que hace hincapié el profesor protagonista es la necesidad de que sean los profesores más experimentados los que tengan por destino institutos a priori más problemáticos, como pueden ser los del extrarradio. Dice François (como buen francés, así tenía que llamarse) que estas plazas acaban siendo cubiertas por profesores nobeles, que ávidos de trabajar, son enviados a las trincheras sin la experiencia necesaria para salir indemnes de la batalla. Ya sea por mala gestión institucional o porque los profesores más veteranos se aburguesan en sus puestos de trabajo, lo cierto es que a los profesores más jóvenes es a quienes les toca normalmente, abordar los casos más complicados. Trasladando esto a lo que sucede en nuestros colegios, es habitual que los veteranos rehúsen dar clase en grupos "conflictivos" como pueden ser los de 2º y 3º ESO. Estos, suelen quedar relegados al profesor nuevo, al recién llegado, que debido a su inexperiencia, corre un alto riesgo de desgaste psicológico. Creo yo que lo más lógico sería darle al profesor experto el grupo que más dificultad entraña y al novato, un grupo de alumnos más mayores con los que pueda ir haciendo callo. En mi opinión, esta medida beneficiaría a ambos, a los alumnos y al profesor nobel, por descontado.

El segundo aspecto relevante de la película es el abordaje que el profesor hace de los alumnos. Durante el primer trimestre, con la intención de crear un clima amable en el aula, se muestra cercano e incluso sigue los consejos de una profesora nobel (que llora frustrada preguntándose como conectar con los chavales) de organizar una merienda en clase. Como es de esperar, la cosa acaba yéndose de madre. El antiguo profesor veterano (ahora nobel) ha cometido el primer error de manual de cualquier novato. Que tire la primera piedra quien esté libre de pecado. Ante semejante despropósito, decide cambiar de estrategia en el segundo trimestre y convertirse en teniente-coronel del ejército del aire. Desciende a la inmundicia más pura llegando a llamar idiota a un alumno. Vuelve a fracasar, esta vez aún de forma más estrepitosa. Finalmente, tiene una revelación, un fenómeno bien conocido por los que nos dedicamos a la enseñanza: "el efecto pigmalión", que consiste en que un alumno será capaz de llegar a donde su profesor piense que va a llegar. Confiar en la valía de los estudiantes, escucharlos activamente y conocer sus intereses son las herramientas del profesor excelente. François es el héroe que se centra en las virtudes de sus alumnos, premia su esfuerzo con buenas notas y consigue que se enganchen a la lectura gracias a "Los Miserables", de la que destaco la maravillosa frase "los espíritus que no leen, adelgazan". Hay una escena fantástica en la que ve a dos alumnos copiando, y en vez de penalizarlos, los felicita públicamente por su trabajo. Y otra en la que tira los libros al suelo y le da un vuelco a la novela, presentando a los personajes como víctimas del infortunio y la violencia, pues esas son las historias que suscitan el interés de los estudiantes.

Por último y no menos importante, la película nos muestra al antagonista del héroe, encarnado esta vez por el profesor de Matemáticas, que a pesar de su juventud está terriblemente hastiado y deseando cambiar de trabajo. Se ha instalado en la queja permanente y dedica todo su tiempo a hablar de la ignorancia y falta de ganas de sus alumnos. Su amargura es tal que su día a día está plagado de mordacidad, de crítica hacia los compañeros que intentan innovar. Es un profesor que grita, castiga y no acepta sugerencias del que acaba de llegar. Está a la defensiva, no quiere que le den lecciones. Un personaje que a más de uno le pueda ser familiar. A mi modo de ver, lo más interesante de la película es que sea el profesor joven (y no el veterano) el pesimista, el de la actitud lastimera, quizás fruto del desamparo y la frustración durante los primeros años. Las lecciones más importante de la película son para mí: 1) el profesor joven e ilusionado es susceptible de dejar de estarlo sin los cuidados psicológicos y emocionales adecuados, 2) hasta el profesor más experimentado, nunca deja de aprender, de reinventarse, pues cada grupo, cada clase trae consigo nuevos retos a los que enfrentarse.

https://www.filmaffinity.com/ec/film608271.html

lunes, 25 de enero de 2021

El alquimista de sueños

Solo mencionar su nombre, se hacía el silencio en el aula. Cuando atravesaba los pasillos del instituto con su bata blanca, todo el mundo se callaba. Era mucha la autoridad que aquel hombre ostentaba. Su físico, imponente, su semblante permanentemente serio y su mirada, su mirada te atravesaba. Conocido en toda la ciudad, nadie como él preparaba la Química para Selectividad. Al principio, los alumnos nos sentíamos intimidados por su voz profunda, sus grandes gafas y sus casi dos metros de altura. Con el tiempo, el temor se convirtió en admiración hacia aquel hombre que no sólo nos preparaba para un examen, sino también para la universidad, para la vida.

El profesor de Química fue de las primeras personas del instituto en tratarnos como adultos. Se dirigía a nosotros de usted, nos hacía tomar apuntes en folios y colgaba las notas de los exámenes en el tablón de clase. Si queríamos saber nuestros errores forzosamente teníamos que acudir a su despacho, donde no solo te explicaba en qué habías fallado, sino que también te hacía reflexionar sobre la importancia de competir contigo mismo. En el aula, sus lecciones eran magistrales, boquiabiertos nos quedábamos oyéndolo hablar de estequiometría, de termodinámica, de entropía. En el laboratorio, nos descubrió el maravilloso mundo de las reacciones químicas, con pequeñas explosiones y cambio de colores.

Nunca olvidaré cuando nos encargó construir una red cristalina con palillos y plastilina. Cuando le hacíamos entrega de nuestra pequeña obra de arte, él se la llevaba al laboratorio sin decir nada. Un buen día, apareció con una inmensa estructura de redes cristalinas. Me lo imaginé montando la figura, haciendo encaje de bolillos con sus inmensas manos. Aquel día, yo estaba en primera fila. Cual fue mi sorpresa, cuando sacó un martillo de debajo de la mesa y golpeó la estructura con mano certera, saliendo los palillos y la plastilina disparados. Atónitos estábamos cuando él pronunció solemnemente la frase "acabamos de demostrar la fragilidad de los cristales". Quince años después, sigo recordando la fragilidad del enlace y el tremendo susto que me llevé al descubrirlo. 

Como alumna, nunca se me dio por pensar en él como padre de familia, hasta el día que lo vi por la calle, paseando con su hijo. Es curioso lo que nos cuesta pensar en que los profesores tengan una vida fuera del colegio, como si no fuesen personas de carne y hueso. Vestido de calle, en compañía de su familia, ya no me daba miedo, era un ser humano normal y corriente, con problemas como todos. Desde aquel día, no lo volví a ver con los mismos ojos. Es cierto que era un profesor muy exigente, pero nos exigía porque amaba su profesión y quería lo mejor para nosotros. Su único deseo era que todos sus alumnos consiguiésemos la nota que daba acceso a nuestros sueños. Pasados unos años, volvimos al instituto a agradecerle lo que había hecho por nosotros. Larga vida a los maestros.

sábado, 16 de enero de 2021

Oh, capitana, mi capitana!

Era un día de verano, recién terminada la carrera, cuando ella, me hizo una propuesta. Por aquel entonces, yo estaba confundida, con veintidós años, aún no tenía claro que quería hacer con mi vida. Me gustaba estudiar pero me asustaba comprometerme para al menos, los siguientes cinco años de mi vida. Así que fui sincera y le dije "con todos los pájaros que tengo en la cabeza, no sé si seré capaz". Ella me contestó, "esos pájaros no tienes por qué perderlos, son los que te hacen especial". Y aunque dedicarme a la investigación no es algo que me hubiese planteado con anterioridad, me di cuenta de que hacer el doctorado con ella era una oportunidad que no podía dejar escapar. 

Así comenzó una gran aventura, en la que no pocas fueron las veces que creí naufragar. Siempre que me invadía el cansancio, ella estuvo a mi lado, ayudándome a remar. Ahora pienso que sería de esa joven grumete sin una capitana que la guiase en tan largo viaje. Durante los primeros años, gracias a ella aprendí la lección más importante de todas: aprendí a fracasar. Fueron muchas las jornadas de trabajo sin resultados, en las que ella, tenaz como la que más, me enseñó a ser resiliente y a ver los errores como oportunidades de mejorar. Con el paso del tiempo, se convirtió para mí en un referente, no sólo a nivel académico, sino sobre todo personal. Pasión por el trabajo, empatía y humildad.

Ella fue una de las primeras en darse cuenta de que lo que más feliz me hacía en la vida era enseñar. Supongo que por eso, me abrió las puertas del aula magna y me confió su clase magistral. Cuando ya no pudo enseñarme más, movió cielo y tierra para mandarme al extranjero, pues no sólo quiso ofrecerme una formación completa, sino también regalarme una gran experiencia vital. Gracias a las herramientas que ella me dio, reuní el valor para navegar sola en otros mares, para afrontar nuevos retos y vencer tempestades. Siempre pendiente de mi pero en segundo plano, consiguió que ganase confianza en mí misma y que decidiese libremente a qué quería dedicar mi vida.

Después de seis años de travesía, juntas llegamos a puerto. Una tesis se leyó y la grumete con honores, se graduó. Su capitana estuvo allí en todo momento, elogiando sus virtudes y premiando su esfuerzo. El afecto era mutuo y el logro compartido, pues la grumete sabía que bajo la tutela de cualquier otra persona, jamás habría llegado a puerto. Y en los agradecimientos del manuscrito, así lo hizo constar. Pero la historia no terminó ahí, pues la magnanimidad de la capitana era tal, que la instó a soltar al fin sus pájaros, ser fiel a su corazón y buscar a nuevos grumetes a los que guiar.

martes, 5 de enero de 2021

Un paseo por la ESO

Sin lugar a la dudas, la etapa que va de los doce a los dieciséis años es una de las más importantes en la vida de las personas. Dicen los expertos que en este período es cuando el cerebro cambia más, miles de conexiones neuronales se destruyen y otras tantas se forman. El sistema nervioso está en plena ebullición. Esto se traduce en una extraordinaria capacidad para aprender y asimilar nuevos conceptos, así como una gran facilidad para distraerse y olvidar lo importante. Todo ello, entre cambios de humor e intentos de forjar una personalidad. Ninguna otra época de la vida es tan trepidante como convulsa.

En 1 de ESO, los alumnos aún mantienen la inocencia de la Primaria. A esta edad, aún hablan de sus padres y de que se van a pedir un telescopio en Navidades. El profesor es una figura que despierta admiración. Como docentes, resulta fácil sorprenderlos y están altamente motivados para aprender. A priori, les asustan las actividades libres, pues están acostumbrados a trabajar de forma muy pautada. Son muy participativos y por lo general, trabajadores. Sus principales problemas radican en la comprensión lectora, siendo este un aspecto muy importante a trabajar  en el aula. El principal caballo de batalla es que aprendan a llevar su agenda y que hagan los exámenes a boli y no a lápiz. 

En 2 y 3 de ESO, los alumnos sufren una especie de "enajenación mental transitoria" o en lenguaje común, edad del pavo. A esta edad, su prioridad son los salseos, los amigos y las redes sociales. Salvo excepciones, el profesor es una figura que despierta animadversión. En estos cursos, es frecuente que diseñemos actividades a nuestro parecer interesantes, que obtienen la más absoluta indiferencia en el aula. La participación es muy inferior que en el curso precedente, influenciada ya por ese agudo sentido del ridículo que desarrollan los adolescentes. Lo más difícil a este nivel es motivarlos y que se pongan a a trabajar cuando la charla y el bullicio son mucho más interesantes. Ahora bien, si se ponen, sus resultados son fascinantes.

En 4 de ESO, los alumnos empiezan a mostrar signos de madurez, siendo posible establecer con ellos una relación similar al Bachillerato. A esta edad, los chavales ya empiezan a pensar qué quieren hacer en un futuro y suelen estar más centrados en los estudios, pendientes de conseguir el ansiado título. El profesor puede incluso erigirse en referente profesional. En este curso, es posible llevar a cabo otro tipo de actividades, como los debates, ya que los alumnos ya no tienen miedo de expresarse delante de sus compañeros. Como sucedía en el primer curso, la participación es alta e incluso surgen cuestiones fuera del temario. Con dieciséis años, los ánimos están más calmados y es posible el diálogo. 

La ESO es una montaña rusa de experiencias y emociones, donde tiene lugar el tránsito a la vida adulta, donde surgen las pasiones y los primeros amores. Cuando un día es el más alegre y el otro, el más triste. Es en este período cando empiezan a asomar las vocaciones y cuando los docentes nos enfrentamos a los desafíos más duros de nuestra profesión, pero también los más estimulantes. Esos que no se borran, que permanecen en la memoria a pesar de los años.

Querido abuelo VII

Querido abuelo, Un nuevo año termina y como tengo por costumbre, me gustaría compartir contigo como evoluciona mi sueño de ser docente. Casu...