Querido abuelo II

Querido abuelo,

Hace un par de años que no te escribo, aunque todos los días me acuerdo de ti. En la última carta, te conté que había dejado la investigación para dedicarme a la docencia. Quién me iba a decir por aquel entonces que me tocaría dar clases en plena pandemia. Telemáticamente primero y presencialmente después, con cambio de colegio de por medio. Ahora, como siempre que empieza un nuevo curso, me siento perdida. Que bien me vendría un consejo tuyo a estas alturas de mi vida. 

En estos tres años he descubierto que enseñar es lo que realmente me hace feliz, abuelo. A veces, no puedo evitar pensar que en el pasado he perdido el tiempo. Qué habría ocurrido si después de terminar la carrera hubiese empezado a perseguir este sueño? Tendría hoy un puesto fijo de profesora? Eso, nunca lo sabremos. Lo que sé seguro es que el aprendizaje y las personas que conocí en ese tiempo merecieron la pena. Cuando me sobreviene la incertidumbre sobre mi carrera, pienso en ti abuelo; tú tuviste varios trabajos hasta entrar en la residencia y tu primer sueldo, fueron unas cuantas pesetas.

Siempre me decías que era una idealista cuando me quejaba por las injusticias. Ahora sé que tenías razón. Trabajar en lo que a uno le gusta es un privilegio del que gozan pocos. En estos años, me he dado cuenta de que un trabajo apasionante puede darle sentido a una vida. Por supuesto que hay más cosas, abuelo, pero a esto dedicamos un tercio de nuestro tiempo. Estoy convencida de que entenderías la frustración que siento. Tantos años de formación, con cambios de casa y salidas al extranjero y, como tantos jóvenes de mi generación, sigo buscando mi lugar en el mundo en estos momentos.

Estamos en una nueva crisis, abuelo. Son tiempos difíciles para todos, pero no más que los que te tocó vivir a ti, huérfano de padre en el franquismo. Quizás los jóvenes de ahora somos egoístas o como lo tuvimos todo, inconformistas, pero yo no quiero dedicar mi tiempo a algo que no me hace feliz, abuelo. No es que me sienta ni más ni menos que nadie, pero me niego a trabajar por cuatrocientos euros. Aspiro a algo más que a un trabajo que me dé sustento. Educar es mi elemento y aunque el camino sea difícil, no quiero renunciar a ese sueño. Pensar en ti me da fuerzas para ello.

Te quiero,

Eva

Comentarios

Entradas populares