Hoy hubieras cumplido cien años y somos muchos los que celebramos haber compartido la vida contigo. Aún recuerdo como si fuera ayer cuantas personas acudieron a tu despedida. Nunca olvidaré a aquel vecino que se me acercó y me dijo "era un santo varón", y es que todo el mundo en el barrio te quería. Tus "amiguiñas" de la panadería, las del supermercado y por supuesto, tu gente de toda la vida. Tenías una capacidad extraordinaria para hacer amigos, abuelo. Tenacidad, avidez de sabiduría, personalidad y sentido del humor; las cualidades de todo buen profesor.
Tú, abuelo, tuviste varios trabajos antes de ser celador. De asistir al cura a trabajar en un taller mecánico. De ti aprendí que en la vida es necesario reinventarse y al profesorado, nos toca hacerlo cada año. Cambio de centro, de materias y alumnado. En tu época, hacías de todo en el hospital, desde poner inyecciones a asistir al forense. En el ámbito docente, esa versatilidad es muy necesaria. Además de preparar y dar clases, rellenar papeleo y en ocasiones, hacer de psicóloga de familias y alumnado.
Tú, abuelo, nunca dejaste de ampliar tus conocimientos. Te gustaba mucho escuchar la radio, leer el periódico, hacer preguntas. Aprendías palabras nuevas gracias a tus famosas sopas de letras. Nada más importante para enseñar que interiorizar el hábito de aprender continuamente. Aunque creciste durante el franquismo, tenías una mentalidad muy abierta. Respetabas al extranjero, al homosexual, abrazabas la diferencia. Eso es la educación, abuelo, ser y enseñar a ser tolerante.
Tú, abuelo, tenías una personalidad marcada, pero también un toque de sinvergüencería. No te gustaba que la gente se metiera en tu vida y cuando no estabas de acuerdo con algo, lo decías. Todo el mundo opina sobre el trabajo docente y a veces nos toca hacer valer lo nuestro. También te gustaba gastar bromas y hacer comentarios políticamente incorrectos. De ti aprendí a honrar el error y desde el respeto, a decir siempre lo que pienso. En estos tiempos en los que educar es más complejo que nunca, en la escuela y en la vida, el humor es la única alternativa.
Pero si algo aprendí de ti, abuelo, es la importancia de ser humilde. Tú, que te criaste en la aldea y trabajaste en la ciudad, tratabas del mismo modo al campesino que al médico del hospital. En estos años de profesora me di cuenta que esa, es la cualidad más importante de un buen maestro. Ser consciente de que todo el mundo tiene algo que enseñar. No es mejor docente el de la universidad que el del instituto, el de Secundaria que el de Primaria o el que aprueba la oposición del que no. Esa virtud tan tuya, es la que hace que te recordemos eternamente y la responsable de que un buen profesor se quede grabado por siempre en el corazón.
Gracias abuelo por ser mi maestro a través del espacio y del tiempo.
Te quiero
No hay comentarios:
Publicar un comentario