Un paseo por la ESO

Sin lugar a la dudas, la etapa que va de los doce a los dieciséis años es una de las más importantes en la vida de las personas. Dicen los expertos que en este período es cuando el cerebro cambia más, miles de conexiones neuronales se destruyen y otras tantas se forman. El sistema nervioso está en plena ebullición. Esto se traduce en una extraordinaria capacidad para aprender y asimilar nuevos conceptos, así como una gran facilidad para distraerse y olvidar lo importante. Todo ello, entre cambios de humor e intentos de forjar una personalidad. Ninguna otra época de la vida es tan trepidante como convulsa.

En 1 de ESO, los alumnos aún mantienen la inocencia de la Primaria. A esta edad, aún hablan de sus padres y de que se van a pedir un telescopio en Navidades. El profesor es una figura que despierta admiración. Como docentes, resulta fácil sorprenderlos y están altamente motivados para aprender. A priori, les asustan las actividades libres, pues están acostumbrados a trabajar de forma muy pautada. Son muy participativos y por lo general, trabajadores. Sus principales problemas radican en la comprensión lectora, siendo este un aspecto muy importante a trabajar  en el aula. El principal caballo de batalla es que aprendan a llevar su agenda y que hagan los exámenes a boli y no a lápiz. 

En 2 y 3 de ESO, los alumnos sufren una especie de "enajenación mental transitoria" o en lenguaje común, edad del pavo. A esta edad, su prioridad son los salseos, los amigos y las redes sociales. Salvo excepciones, el profesor es una figura que despierta animadversión. En estos cursos, es frecuente que diseñemos actividades a nuestro parecer interesantes, que obtienen la más absoluta indiferencia en el aula. La participación es muy inferior que en el curso precedente, influenciada ya por ese agudo sentido del ridículo que desarrollan los adolescentes. Lo más difícil a este nivel es motivarlos y que se pongan a a trabajar cuando la charla y el bullicio son mucho más interesantes. Ahora bien, si se ponen, sus resultados son fascinantes.

En 4 de ESO, los alumnos empiezan a mostrar signos de madurez, siendo posible establecer con ellos una relación similar al Bachillerato. A esta edad, los chavales ya empiezan a pensar qué quieren hacer en un futuro y suelen estar más centrados en los estudios, pendientes de conseguir el ansiado título. El profesor puede incluso erigirse en referente profesional. En este curso, es posible llevar a cabo otro tipo de actividades, como los debates, ya que los alumnos ya no tienen miedo de expresarse delante de sus compañeros. Como sucedía en el primer curso, la participación es alta e incluso surgen cuestiones fuera del temario. Con dieciséis años, los ánimos están más calmados y es posible el diálogo. 

La ESO es una montaña rusa de experiencias y emociones, donde tiene lugar el tránsito a la vida adulta, donde surgen las pasiones y los primeros amores. Cuando un día es el más alegre y el otro, el más triste. Es en este período cando empiezan a asomar las vocaciones y cuando los docentes nos enfrentamos a los desafíos más duros de nuestra profesión, pero también los más estimulantes. Esos que no se borran, que permanecen en la memoria a pesar de los años.

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