viernes, 15 de agosto de 2025

Bulgaria, la gran desconocida

Las fronteras siempre me han parecido lugares con magnetismo. Son el origen de un sinfín de historias, aunque desgraciadamente no todas sean felices. Si además de fronteras de países, son fronteras entre continentes, su interés es todavía mayor, siendo posible admirar el contraste entre distintas culturas en un espacio reducido. Y eso es, en mi experiencia, lo que más nos enriquece como seres humanos. 

La península balcánica es una zona que siempre ha atraído mi atención. Quizás sea por la facilidad de sus ciudadanos para aprender nuevos idiomas. Lo cierto es que los Balcanes forman parte de Europa pero su identidad difiere bastante de la de los países de Europa central. De esto, pude percatarme en anteriores viajes a Bosnia, Croacia y Rumanía. La huella de su pasado comunista, el rico folclore conservado en las zonas de montaña y unas capitales de lo más cosmopolitas hacen de estos países un atractivo para los turistas. Sin embargo, hay naciones, que siguen siendo grandes desconocidas.

En mi caso, apenas sabía nada de Bulgaria, hasta que decidimos visitarla estas vacaciones. Entonces empecé a investigar y descubrí que era uno de los países menos poblados de Europa. Los primeros pobladores de Bulgaria fueron los tracios, a quienes se les atribuye la invención del yogur. Quizás te suenen por la serie de gladiadores Espartaco. Siglos después llegarían los romanos y los otomanos. En Bulgaria, se inventó también el alfabeto cirílico, obra de dos monjes hermanos, Cirilo y Metodio.

Tal como relata Boyan, nuestro guía del free tour en Sofía, Bulgaria está empezando a recibir turistas gracias a las aerolíneas de bajo coste. Sorprende ver como un chico de menos de treinta años habla un perfecto español, habiéndolo estudiado únicamente durante la Primaria. Sorprende también ver a chicos jóvenes con calcetines altos y "spanish curly" entrar a rezar en las iglesias. Se ve que la iglesia ortodoxa fideliza a sus adeptos, los cuales tienen por costumbre besar los iconos y arrodillarse poniendo la frente en el suelo. A diferencia de las iglesias católicas, en las ortodoxas no hay esculturas. Los devotos encienden unas velas delgaditas (a diferencia de los grandes cirios católicos), las de arriba para los vivos y las de abajo para los muertos. Los templos ortodoxos son, por lo general oscuros, sus paredes suelen estar negras por el humo y el altar, tapado con cortinas. Los sacerdotes, con barba y pelo largo, se colocan durante la misa a la altura de los fieles (normalmente de pie) y reparten pan, pan en la comunión (no obleas). 

Entre los personajes más queridos por los búlgaros se encuentran Iván Rilski, Boris III y Vasil Levski.. En primer lugar, Iván Rilski fue un monje ermitaño, que renunció a su fortuna familiar, fundó el Monasterio de Rila (uno de los siete monumentos patrimonio de la UNESCO del país) y aparece en la moneda de 1 lev. Es la figura religiosa más emblemática del país y en muchas iglesias ortodoxas está representado al lado de Jesús. En dicho monasterio, llama la atención la tumba de un "monje de hierro", erudito y maestro. Según nos explican reciben esta denominación los monjes viudos, porque en la iglesia ortodoxa búlgara los sacerdotes están obligados a casarse al menos una vez en la vida. A continuación, el rey Boris III, penúltimo zar, que sobrevivió a varios atentados, intercedió a favor de la comunidad judía en la época nazi y murió repentinamente tras una visita a Hitler. María, nuestra guía del Monasterio de Rila (búlgara y residente en España durante años), cuya abuela pertenecía a la aristocracia, asegura que fue envenenado. Por último y no menos importante, Vasil Levski, héroe nacional búlgaro, que luchó contra los otomanos por la independencia del país y murió ahorcado. 

La ciudad de Sofía (pronunciada como esdrújula en búlgaro, a diferencia del nombre de mujer) es un crisol de religiones. Constantino estuvo a punto de elegirla capital del imperio romano de Oriente en lugar de Constantinopla. Además de iglesias ortodoxas, en ella se pueden visitar mezquitas y sinagogas. Entre los templos más llamativos destacan la pequeña iglesia de San Jorge, del siglo IV, escondida en una plaza cercada por edificios de la época comunista y la imponente catedral Alexander Nevski, sede de la iglesia ortodoxa búlgara, cuya construcción fue financiada por el pueblo búlgaro para celebrar la liberación de los otomanos. De la ciudad, llama la atención la presencia de árboles en todas las calles, que si bien aportan frescura en verano, levantan los adoquines, erigiéndose en auténticas trampas para viandantes. En ellos, los lugareños ponen esquelas que, a diferencia de aquí, suelen llevar fotografía.

Aunque Bulgaria no llegó a ser parte de la URSS, sí estuvo bajo su influencia. Es por eso que otro de los atractivos de Sofía es el llamado "Piso Rojo", un piso-museo de los años 80, donde es posible conocer la vida de una familia de clase media durante el período comunista. Allí explican lo difícil que era en la época hacerse con una vivienda o un coche o consumir productos extranjeros. Una cápsula del tiempo que nos traslada a la época de nuestros abuelos. Lo más llamativo es la ducha, de esas sin barrera- aún presente en ciertos alojamientos, responsable de la inundación del baño en cada uso.

La ciudad de Plovdiv, otra de las joyas del país, alberga el gran teatro romano, donde se hacen conciertos en verano. La ciudad está situada entre varias colinas y tiene una vistas espectaculares. Por sus empinadas calles, es posible encontrar antiguas casas de madera pertenecientes a aristócratas modernos. Cuenta también con un barrio bohemio donde las fachadas están decoradas con murales. 

Como no podía ser menos, la gastronomía del país tiene grandes influencias turcas, siendo el kebab un plato habitual. Entre los manjares más originales (aptos para vegetarianos) se encuentran el "tarator", una sopa fría a base de yogur con pepino, el mekitsa o donuts búlgaro, un dulce similar a los fritos de Lugo y el banitsa, un hojaldre con forma espiral relleno de queso. Para acompañar las comidas, es común el "ayran", bebida a base de yogur griego diluido con un poquito de sal. Bulgaria, paraíso para los amantes de los lácteos.

lunes, 28 de julio de 2025

Querido abuelo VIII

Hoy hubieras cumplido cien años y somos muchos los que celebramos haber compartido la vida contigo. Aún recuerdo como si fuera ayer cuantas personas acudieron a tu despedida. Nunca olvidaré a aquel vecino que se me acercó y me dijo "era un santo varón", y es que todo el mundo en el barrio te quería. Tus "amiguiñas" de la panadería, las del supermercado y por supuesto, tu gente de toda la vida. Tenías una capacidad extraordinaria para hacer amigos, abuelo. Tenacidad, avidez de sabiduría, personalidad y sentido del humor; las cualidades de todo buen profesor. 

Tú, abuelo, tuviste varios trabajos antes de ser celador. De asistir al cura a trabajar en un taller mecánico. De ti aprendí que en la vida es necesario reinventarse y al profesorado, nos toca hacerlo cada año. Cambio de centro, de materias y alumnado. En tu época, hacías de todo en el hospital, desde poner inyecciones a asistir al forense. En el ámbito docente, esa versatilidad es muy necesaria. Además de preparar y dar clases, rellenar papeleo y en ocasiones, hacer de psicóloga de familias y alumnado. 

Tú, abuelo, nunca dejaste de ampliar tus conocimientos. Te gustaba mucho escuchar la radio, leer el periódico, hacer preguntas. Aprendías palabras nuevas gracias a tus famosas sopas de letras. Nada más importante para enseñar que interiorizar el hábito de aprender continuamente. Aunque creciste durante el franquismo, tenías una mentalidad muy abierta. Respetabas al extranjero, al homosexual, abrazabas la diferencia. Eso es la educación, abuelo, ser y enseñar a ser tolerante.

Tú, abuelo, tenías una personalidad marcada, pero también un toque de sinvergüencería. No te gustaba que la gente se metiera en tu vida y cuando no estabas de acuerdo con algo, lo decías. Todo el mundo opina sobre el trabajo docente y a veces nos toca hacer valer lo nuestro. También te gustaba gastar bromas y hacer comentarios políticamente incorrectos. De ti aprendí a honrar el error y desde el respeto, a decir siempre lo que pienso. En estos tiempos en los que educar es más complejo que nunca, en la escuela y en la vida, el humor es la única alternativa.

Pero si algo aprendí de ti, abuelo, es la importancia de ser humilde. Tú, que te criaste en la aldea y trabajaste en la ciudad, tratabas del mismo modo al campesino que al médico del hospital. En estos años de profesora me di cuenta que esa, es la cualidad más importante de un buen maestro. Ser consciente de que todo el mundo tiene algo que enseñar. No es mejor docente el de la universidad que el del instituto, el de Secundaria que el de Primaria o el que aprueba la oposición del que no. Esa virtud tan tuya, es la que hace que te recordemos eternamente y la responsable de que un buen profesor se quede grabado por siempre en el corazón.

Gracias abuelo por ser mi maestro a través del espacio y del tiempo.

Te quiero

martes, 31 de diciembre de 2024

Querido abuelo VII

Querido abuelo,

Un nuevo año termina y como tengo por costumbre, me gustaría compartir contigo como evoluciona mi sueño de ser docente. Casualidades de la vida, esta es la séptima carta que te escribo y este, mi séptimo curso trabajando de profesora. Te fuiste antes de que empezara este camino, abuelo, pero lo recorres a mi lado, sonriéndome a diario desde mi fondo de pantalla. No sabes la ilusión que me hace que me digan que me parezco a ti cuando descubren en mi ordenador nuestro retrato. 

Este curso me tocó algo que añoraba desde hace tiempo, abuelo, ser tutora. Con mucha ilusión y algo de vértigo, asumí el reto con una L a la espalda. Y tuve mucha suerte, pues me tocó una tutoría de adultas fantástica. Mis alumnas comprenden mi inexperiencia y cada día, aprendo algo nuevo de ellas. Son personas admirables, abuelo. La mayoría vuelven a estudiar después de años, compaginando los estudios con sus familias y su trabajo. Tú mejor que nadie sabes que si escogí la enseñanza media es porque me gusta el trato directo con el alumnado. Poder acompañar a este grupo me hace sentir privilegiada.

Además de la tutoría, tengo otra novedad que contarte, abuelo. En el centro en el que estoy este año el claustro es muy comprometido y se hacen muchas cosas. Es por eso que me siento como pez en el agua. No sabes qué alegría sentí cuando el equipo directivo aceptó mi propuesta de celebrar una jornada de voluntariado. Como no podía ser de otra forma, ese día hablé de ti, de cómo el voluntariado me ayudó a sobrellevar tu pérdida y de como desde entonces, esas experiencias transformaron mi vida. Porque como en otros muchos aspectos, en este también fuiste y eres fuente de inspiración.

No te voy a engañar abuelo, la tutoría tiene sus retos. Encontrar el equilibrio entre la comprensión de las circunstancias individuales y el buen funcionamiento de la clase en ocasiones, no es fácil. En personas adultas además, la casuística es más heterogénea. Como tutora, soy consciente de que mi  responsabilidad es abogar por el grupo ante el resto de profesorado, pero también llamarlo a filas cuando es necesario. Algo así como ser a la vez el poli bueno y el poli malo. Después de seis años como profesora rasa, llegó el momento de saltar de pantalla, abuelo. Gracias por ser mi combustible para seguir caminando.

Te quiero

viernes, 1 de noviembre de 2024

Docente sustituto, maestro en mudanzas

Mucho se habla de la buena vida del docente, no tanto de lo convulso que es el inicio del curso para el profesorado sustituto. La gente suele decirnos que no podemos quejarnos, tenemos el mejor calendario. Si bien esto es cierto, pocos son conscientes de la vorágine que supone para nosotros el mes de septiembre. Tras la calma veraniega, llega el momento más estresante del curso. Consultar la aplicación de la Consellería a diario, estar pendiente del teléfono y prepararse para, de un día para otro, tener que mudarse.

Si tienes la suerte de obtener plaza en agosto, podrás ir preparando el aterrizaje, buscando opciones con calma. Lo más habitual, sin embargo, es que no te avisen hasta el día anterior al inicio de clases. No tienes tiempo a buscar vivienda ni sabes que materias impartirás; lo que toca es ir día a día, sobreviviendo hasta el fin de semana. Es lo que yo llamo un aterrizaje de emergencia. Para los que somos de organizarnos con tiempo, esta situación es muy desafiante, ya que resulta complicado centrarse en la planificación de clases cuando no tienes un lugar donde cobijarte. Es por eso que siempre nos utilizo a los docentes sustitutos como ejemplo ilustrativo de la Pirámide de Maslow. 

Básicamente, existen tres opciones en el aterrizaje: conducir hasta tu casa, alojarte en una pensión u hostal o quedarte con el primer piso que encuentres medianamente confortable. Hay quien baraja la opción también de comprarse una autocaravana. La premura te impide prestar atención a varios detalles en los que en otras circunstancias, te fijarías a la hora de mudarte, como por ejemplo las humedades. Te pican los ojos, se te hiela la cabeza en cama y convives con los hongos que proliferan en superficies varias. En el mejor de los casos, dispones de un deshumidificador, en el peor, recurres a la ventilación. Un tema aparte es el menaje, que hasta que no lo tienes, no caes en la cuenta de como es de indispensable. Quizás en el anuncio del piso ni siquiera figure esto, quizás con las prisas ni cuenta te has dado.

Es por eso que la toma de posesión de una plaza desata una oleada de cortisol, que con suerte durará un par de semanas, hasta que por fin, consigas estar instalada. Es posible que esos primeros días, tengas que dormir tapada con una toalla porque no tienes ropa de cama. Quizás tengas que comprar platos y vasos desechables, una cucharilla para tomarte un yogur o un cuchillo para hacerte un bocata. Tendrás que renunciar a beber y comer caliente, por no disponer de tazas, sartenes u ollas. Pequeñas miserias cotidianas del que tiene que enfrentarse en tiempo récord a lo que según los expertos es uno de los sucesos vitales más estresantes: mudarse. Menos mal que como en todo en la vida, la experiencia es un grado y año tras año, vamos haciendo callo. 

viernes, 2 de agosto de 2024

La frustración en la carrera docente

Una vez, mi director de tesis me dijo lo siguiente en relación a su puesto de profesor en la universidad: "los que estamos aquí no es que seamos mejores, simplemente resistimos el desgaste al que nos somete el sistema". Después de unos años dedicándome a la docencia y habiéndome introducido este último en el sistema público, he descubierto que tenía razón. Me sigue sorprendiendo que alguna gente juzgue "la buena vida" del profesorado, sin ser consciente de la carrera de obstáculos que supone tener una plaza. Las personas que lo logran son auténticos héroes y heroínas a los que a base de trabajo duro y muchas renuncias, en un momento dado, les ha sonreído la suerte. Factor clave cuando se suma al esfuerzo.

Empecemos por la enseñanza privada. Puede ocurrir que el perfil de profesor encaje con el proyecto educativo del centro, que el equipo directivo esté satisfecho con su trabajo, que congenie con sus compañeros, que sea valorado por el alumnado pero... no existan vacantes tras concluir la sustitución pertinente. El docente, 100% implicado con el colegio, habrá de lidiar con la frustración que supone que valoren su trabajo, pero no haya vacantes en el claustro. Quizás le aborde el pensamiento "si lo hubiese hecho mal, sería más fácil entenderlo". Aunque le cueste encajar la no renovación, se dará cuenta de que lo importante es la sensación de haber hecho lo correcto y buscará otros colegios, hasta que en un momento dado, consiga una jubilación o una plaza recién creada. Para que luego digan que es fácil trabajar en la privada. Suerte sí, pero buscada.

Sigamos con la enseñanza pública, el culmen de la meritocracia; un sistema que desafía la salud mental del profesorado año tras año. En tanto que sustituto, el docente tratará de acostumbrarse a la incertidumbre de no saber donde estará o que materias impartirá el curso próximo, con las consecuencias que esto traiga para su vida personal. A ello, le sumará la preocupación de hacer cursos para sumar puntos en el famoso concurso-oposición (si es que un día llega a aprobarla). Estudiará varios años consecutivos, llegará incluso a aprobar el examen, pero quizás no obtenga la plaza. Habrá de lidiar con la frustración del esfuerzo no recompensado y seguirá intentándolo (obligado por el sistema), hasta que un buen día, consiga situarse a la cabeza de la lista y obtenga la plaza. Una vez más, la suerte sí, pero buscada.

Volviendo al doctorado, por el que comenzamos. Si algo se aprende en esos años, es a ser resiliente, a trabajar para ver resultados en el plazo de años y sobre todo, a aceptar que hay factores que no dependen de uno mismo en la consecución de un puesto. La existencia de vacantes en los centros concertados, la obtención de una plaza en el concurso-oposición o mismo la consecución de una plaza docente en la universidad son sucesos que, en cierta manera, dependen del azar y de la situación de otras personas. La suerte no llega de repente, hay que vencer la frustración y no dejar de perseguirla. 

miércoles, 3 de julio de 2024

La liga de la educación formal

El otro día, mientras esperábamos en la lectura de las oposiciones, un compañero de especialidad me dijo: "si no puedes jugar en primera división (refiriéndose a la Universidad), lo mejor es estar en segunda" (Formación Profesional). Desde entonces, llevo tiempo dándole vueltas a este comentario. Mucha gente opina que ser profesor de universidad es el culmen de la docencia. Si bien es cierto que los profesores universitarios han de ser doctores, no existen tantas diferencias con respecto a los docentes de enseñanza media mientras no se obtiene plaza fija: el salario y la inestabilidad laboral son parecidos. Quizás lo que entra en juego aquí es el distinto reconocimiento social que tiene la enseñanza en cada una de estas etapas.

En mis años como doctoranda y en el semestre en el que fui profesora en una universidad a distancia, me di cuenta de que el trabajo del docente se limita a la impartición de clases magistrales, corrección de exámenes trimestrales y tutorización de trabajos fin de titulación. Esto es así porque el alumnado es adulto y por lo general la docencia ocupa la mitad del tiempo del profesor o profesora, que dedica la otra mitad a la investigación. Esto hace que en ocasiones, los profesores universitarios descuiden sus obligaciones docentes y como consecuencia, los estudiantes reclamen desesperadamente su atención, sobre todo en lo que se refiere a la realización de trabajos. El trato con el alumno se restringe en este caso a una videollamada grupal, unos cuantos emails intercambiados a lo largo del curso y a un "tu cara me suena" en las pruebas de evaluación. 

En los años que llevo como profesora de Enseñanza Media y especialmente durante la pandemia, me di cuenta del papel clave del docente como guía-orientador del aprendizaje. A este nivel, el profesor o profesora desgrana los contenidos, diseña actividades y realiza un seguimiento exhaustivo de los estudiantes, que muchas veces son incapaces de abordar el temario en su ausencia. Por su edad, el alumnado aún carece de la autonomía necesaria para adquirir el conocimiento de manera independiente. Es por eso que el docente de Enseñanza Media marca tareas, realiza pruebas frecuentes y es conocedor de la casuística académico-personal de los estudiantes. Además de las horas de pizarra, ha de corregir tareas, un sinfín de exámenes y comunicarse con tutores y familias.

En mi opinión, todos los maestros y maestras, sin importar el nivel, merecen el mismo respeto. Me atrevería a decir incluso que cuanto más pequeños son los alumnos, más importante es la figura docente: Infantil, Primaria, Secundaria y por último, Universidad. Para muestra, lo mucho que quieren los estudiantes a las docentes de Infantil y la animadversión que generan muchos catedráticos. No se trata de desprestigiar la labor de los profesores universitarios, si no de darles a los docentes de etapas preuniversitarias la misma consideración y respeto, ya que en realidad, todos jugamos en la misma liga.

domingo, 23 de junio de 2024

Querido abuelo VI

Querido abuelo,

Parece mentira pero otro curso ha terminado, el tiempo cada vez pasa más rápido. Como ya te conté anteriormente, este año supuso un gran cambio para mí. Entrar en el sistema público fue encontrarme de lleno con la burocracia, pero también con un horario llevadero y grandes oportunidades formativas. Me ha tocado ponerme al día con la documentación y poner a prueba mi ingenio para motivar a un alumnado de lo más heterogéneo. Pero ya me conoces abuelo, con lo que me quedo siempre, es con el factor humano. Al margen de los recursos, a veces incluso a contracorriente del sistema, la educación es posible gracias a las personas.

En la escuela pública, he encontrado magníficos compañeros. Como sustitutos e interinos, intentamos no naufragar en la tempestad del curso académico, al fin y al cabo todos somos novatos. Por eso, la mayoría de gente está dispuesta a echar una mano. Este año he conocido a profesoras y profesores comprometidos con la igualdad, el cuidado medioambiental, la potenciación de la creatividad y el trabajo directo con las familias. En lo que respecta al alumnado, he visto salir adelante a estudiantes con situaciones complejas, pero también como perdíamos a otros en el camino. Ya sea por falta de recursos en casa o de motivación en el aula, algunos abandonan el sistema sin que podamos hacer nada. Es algo a lo que es difícil acostumbrarse. La cara y la cruz de un sistema público, que da cabida a todos, también a los hijos e hijas de aquellas familias que no pueden pagar clases particulares.

Pero ser docente en el sistema público, también lleva implícito otro requisito: pasar por la famosa oposición, un sistema de baremación del profesorado, en el que se valora la capacidad memorística y la práctica docente y en el que la suerte, es un factor clave. Estemos o no de acuerdo con este sistema, es algo por lo que debemos pasar los docentes si queremos seguir enseñando. Y eso también lo he aprendido este año, abuelo. Que lo importante es dar lo mejor de una misma y que ese examen que a priori puede parecer aterrador, no es más que una oportunidad de seguir aprendiendo y un recordatorio básico de lo que significa ser docente: revisar lo que haces año tras año. Un largo camino, que estoy empezando; siempre contigo a mi lado. 

Como siempre te digo abuelo, creo que este es uno de los mejores trabajos del mundo. Aunque hay momentos muy complicados, el cariño que recibimos los maestros es ilimitado. Este curso en particular, he tenido estudiantes que lo han pasado realmente mal, para los que las profesoras fuimos un salvavidas y que incluso, llegaron a decirnos "te quiero". Ahí caí en la cuenta, abuelo, que la escuela es el único lugar seguro para muchas personas. Y en cuanto al trámite por el que tenemos que pasar los docentes, quizás este pensado para hacernos mas resilientes y poder hablar con conocimiento de causa de la aceptación de los "fracasos" y del valor del esfuerzo sostenido en el tiempo. Nada mejor que predicar con el ejemplo.

Gracias abuelo por la paz y tranquilidad que me infundes siempre, sé que eres tú.

Te quiero,

Eva

lunes, 5 de febrero de 2024

FP BÁSICA: FALLO DEL SISTEMA

Al poco de enterarme que este año me tocaría dar clase en FP Básica, uno de mis primos, que lleva bastantes años como docente de Formación Profesional, me dijo: "al alumnado de FP Básica, lo único que le puedes dar es cariño". En su momento, la frase me pareció desoladora. Sin embargo, inicié el curso motivada por el reto de intentar enseñar algo útil a un grupo de chavales en los que confluyen necesidades educativas especiales, problemas conductuales y situaciones familiares complejas. En muchas ocasiones, agravado esto, por el consumo de sustancias. Nuestro alumnado son las víctimas del sistema.

Cuando empezó el curso, enseguida me di cuenta de que la motivación por el aprendizaje en estos chavales no es que sea escasa, es que es inexistente. Esto se manifiesta en el saludo diario, cuando a los "buenos días", contestan "serán para ti" y eso, los que contestan. El tiempo de atención es muy limitado, cinco minutos de discurso del docente bastan para que hayan desconectado. Entonces, se entretienen lanzando objetos y faltándose al respeto, algo que parecen haber asumido como deporte. El insulto es su lenguaje; los gritos, su tono habitual. El esfuerzo del docente, afanado en aplicar metodologías alternativas que puedan motivarlos (jugar, construir, experimentar), se ve recompensado con burlas o la más absoluta indiferencia. Y es así como, psicológicamente agotado, el docente coge la baja después de Navidades. En cuanto a ellos, la vida sigue igual: un día más calentando la silla, uno menos para que se acabe la obligatoriedad. Es algo que reconocen abiertamente además, "cuando cumpla los dieciséis, ya no me veis más". Y llegado el día, la terrible profecía se cumple: adiós escuela, hola delincuencia.

Personalmente, creo que nuestra labor como docentes es evitar que estos alumnos abandonen el sistema, contagiarles la ilusión por un oficio, por hacer algo de provecho con sus vidas. La teoría todos la conocemos, pero la práctica, el día a día en las aulas, es otra historia. Dar clase, la labor más grata para un docente, se convierte en una penitencia, un reto desalentador, sobrevivir hasta final de curso. Vale que el alumno estándar de FP Básica no sea receptivo, pero tampoco se trata de estigmatizarlo aún más, sino de buscar la forma en la que el sistema ayude al profesorado en la ardua tarea de educarlos.

Desde que hace unos meses, empecé a impartir docencia en esta etapa, he reparado que determinados aspectos de la organización escolar juegan en contra del profesorado. En primer lugar, no se entiende como estos chavales tienen en su horario dos horas seguidas de la misma materia. Es lógico en el taller, pero no en los módulos comunes que habitualmente aborrecen. Son horas completas además, no sesiones de 50 minutos como en la ESO. La primera la aguantan, pero la segunda es un esfuerzo titánico, una batalla perdida para el docente. Por otra parte, no se concibe como estos chavales, muchos de ellos con TDAH, no tienen al menos dos horas semanales de Educación Física; necesitan moverse, como cualquier adolescente, pero más si cabe. Igualmente, es sorprendente que en FP Básica no existan las adaptaciones curriculares, gracias a las cuales, muchos alumnos con dificultades salen adelante en Secundaria. Tampoco hay en los centros, profesorado de pedagogía terapéutica que trabaje con ellos, lo que nos pone en la esperpéntica situación de explicarle ecuaciones de primer grado a un alumno de quince años que suma con las manos. Todo esto añadido al gran problema de todo el sistema educativo: las ratios, que dadas las características de este alumnado, debieran ser aún más bajas.

No sea esta una canción desesperada, porque si de algo estoy segura es de que la educación puede cambiar el mundo; aún quedan muchos y muchas docentes en las aulas con ganas de intentarlo. Necesitamos, sin embargo, que nos doten de los recursos necesarios para que no nos pueda el desánimo. Si la pérdida de autoridad es un mal generalizado del sistema educativo, la vulnerabilidad del profesorado de FP Básica es máxima, sometido como está diariamente al desplante y con esa perpetua sensación de fracaso. En los tiempos que corren, más que nunca, ser docente es ser valiente.

domingo, 17 de diciembre de 2023

Las dos caras de la moneda

Siempre que termina el año, siento la necesidad de reflexionar sobre lo que a mi carrera docente se refiere y las vueltas que ha dado en los últimos meses. Ahora, que por primera vez estoy ejerciendo como profesora en la enseñanza pública, tengo la sensación de que las piezas de mi puzzle particular comienzan a encajar. De la escuela concertada religiosa, donde pude conocer en profundidad el voluntariado a la escuela pública, concretamente al Departamento de Servicios Socioculturales y a la Comunidad, donde creo haber encontrado mi lugar. Yo, que estudié veterinaria y puse de segunda opción Trabajo Social, actualmente me considero muy afortunada de poder formar a personas, cuyo trabajo es el de ayudar a los demás. 

A comienzos de este año, terminaba una baja de maternidad en un colegio concertado, que como en los casos anteriores, abandoné entre lágrimas y profundamente agradecida. Tuve la suerte de conocer a compañeros y compañeras maravillosos y disfruté enormemente impartiendo por vez primera, exclusivamente mi materia. Los grupos que tuve me inspiraron enormemente para diseñar propuestas didácticas y siempre llevaré en el corazón aquel tiempo compartido. En los colegios concertados, descubrí la importancia de la educación integral de la persona y del compromiso con el entorno, al tiempo que puse a prueba mi vocación e "hice callo" como docente. Mi alumnado de entonces sufría los problemas inherentes a su edad, esos que sobrevienen cuando pretendes construir tu personalidad en un mundo pseudovirtual. Ahora me doy cuenta, sin embargo, de que la mayoría de mis alumnos y alumnas eran unos privilegiados ya que tenían una familia detrás que les daba amor y respaldo.

Desgraciadamente, esto no siempre es así en la escuela pública, accesible a todos sin importar el nivel socio-económico del personal. El perfil del alumnado es muy diverso y en ocasiones, a los conflictos derivados de la adolescencia, se suma la falta de una red de apoyo familiar. Y es que la escuela es solo la cara de la moneda; la cruz es el hogar, y en muchos casos, este no es el ideal. En sólo tres meses en la escuela pública, he vivido situaciones a las que nunca había tenido que enfrentarme en los cinco años anteriores en la concertada. Alumnos que no controlan su agresividad llegando a ejercer violencia física contra sus iguales, alumnos adictos al consumo de sustancias; alumnas envueltas en relaciones tóxicas y otras, víctimas de violencia en el ámbito familiar. La escuela pública es para muchos, una vía de escape y la formación, su tabla de salvación para conseguir un trabajo, la independencia, una vida mejor. La labor docente alcanza aquí una nueva dimensión; más allá de lo académico, las profesoras y profesores proporcionamos a nuestro alumnado la confianza y el cariño que en ocasiones les falta y reclaman mediante determinadas conductas, muchas veces contrarias a la convivencia.

No pretendo con esta reflexión minimizar los desafíos de la adolescencia, pues tanto los alumnos de escuelas concertadas como públicas han de lidiar con los problemas derivados del uso de las pantallas, que tanto repercuten en su salud mental. No pretendo tampoco dibujar una línea roja entre el alumnado de unos y otros centros, pues toda generalización es un error. Hay familias desestructuradas en la concertada y familias estructuradas en la pública. Yo misma estudié en la escuela pública y siempre tuve una familia amorosa y presente y otros, fueron a la escuela concertada y sufrieron con la separación de sus padres, por ejemplo. Lo que está claro, en cualquiera de los casos, es que los docentes tenemos la responsabilidad de ser esa segunda o para algunos, primera familia. Seamos guías, referentes, la mano amiga de todos aquellos alumnos que nos necesiten. 

jueves, 24 de agosto de 2023

Israel y su magia

Se han escrito muchos libros y guías de viaje sobre Tierra Santa. Esta es mi crónica personal de los momentos mágicos que allí vivimos. Al margen de creencias religiosas, nuestro viaje a Israel tuvo mucho de peregrinación. Calor extremo, cansancio y unas cuantas picaduras de insecto. Todo comenzó con un par de escalas, teniendo que hacer noche en el aeropuerto de Roma. Es lo que tiene ajustar al máximo el presupuesto para poder viajar en agosto. Digo hacer noche, porque lo que es dormir más bien poco. La frialdad y dureza del suelo se vio compensada, sin embargo, por un improvisado recital de piano y violín. Fue tan bonito ver a personas de distintas nacionalidades correr tímidas hacia su asiento después de tocar; es lo que tiene la música, que es un lenguaje universal. Pasar por la cuna del cristianismo en Europa para luego conocer sus orígenes en Oriente Próximo. Puede que fuera el destino o la casualidad; pero este fue para mí, el primero de los momentos mágicos de este viaje. 

El segundo momento mágico sucedió en Cesarea, ciudad costera donde están las ruinas de uno de los mayores puertos romanos del Mediterráneo, obra de Herodes el Grande. Para llegar hasta allí, según Google (la red de transporte israelí está perfectamente sincronizada), debemos coger un autobús urbano. De repente, caemos en la cuenta de que no podemos pagar en efectivo y necesitamos la tarjeta de transporte. Vamos a preguntar a los funcionarios de la estación de tren y al oírnos hablar, uno de ellos nos contesta en perfecto español. El señor, judío de entre cincuenta y sesenta años, nos cuenta que aprendió el idioma en EE.UU., donde sus ancestros emigraron hace más de quinientos años. Nos pregunta si entendemos bien su español latino y nos confiesa que a veces le da vergüenza hablarlo por temor a no hacerlo bien. Su historia nos hace pensar en la Edad Media, cuando los Reyes Católicos expulsaron a los judíos de España. Este buen hombre, no parece guardarle a nuestro país ningún rencor.

El tercer momento mágico aconteció en Nazaret. Nadie diría que el hogar de la Sagrada Familia es hoy la ciudad con más población árabe en Israel. Sorprende ver como grupos de italianos y españoles (fundamentalmente andaluces) acuden en masa a conocer el Santuario de la Anunciación; y es que el turismo religioso mueve montañas. Pero volvamos a la magia, aquella que acontece cuando te cruzas con personas especiales. Cual fue nuestra sorpresa cuando descubrimos que la mujer japonesa que ocupaba nuestro alojamiento el día anterior, hablaba un perfecto español. Había estudiado en Salamanca y estaba de vacaciones con su hijo. El chico, de unos dieciséis años, vino corriendo para hablar con nosotros y poner en práctica el inglés que estudiaba. Sonreía todo el rato y nos hizo varias reverencias con la mano en el corazón. En ese momento pensé que los occidentales tenemos mucho que aprender de nuestros congéneres del Lejano Oriente en materia de modales.

Pero si hay un lugar donde los momentos mágicos se arremolinan es Jerusalén. El magnetismo de la Ciudad Santa se hace patente en las calles, en cada interacción, en los lugares sagrados. La simpatía de los conductores de autobús, la mirada de desconfianza de la policía, el hartazgo de algunos monjes de los turistas o la picardía de los vendedores del bazar. Todos forman parte de esta caleidoscópica ciudad.

Nada más llegar, hacemos un city tour con un guía judío-argentino, que nos lleva por los lugares más sagrados del cristianismo y del judaísmo, sin mención alguna al mundo musulmán. Nos conduce al Cenáculo, donde se cree que tuvo lugar la Última Cena, una sala vacía que acoge a todos los fieles que allí quieran rezar, sin importar su religión. No hay cruces, ni tampoco menorah; sólo un viejo mihrab que señala la Meca, testimonio de un pasado musulmán. El lugar emana una energía muy particular, canalizada a través de un gato que se acerca a los turistas y se tumba junto al olivo, el único símbolo que engloba a todos por igual. 
En el monte Sión, dentro de una sinagoga, visitamos por separado (hombres a un lado y mujeres a otro) la tumba del Rey David, fundador de la ciudad. Ellos deben ponerse la kipá para entrar. A la salida, tenemos la suerte de ver de reojo un matrimonio judío ultraortodoxo: los novios tienen unos veinte años de edad y de acuerdo a la tradición, rompen una copa después de brindar. Lo que más nos sorprende es que finalizada la ceremonia, suena música dance. Los invitados van vestidos con sus mejores galas; los hombres llevan el famoso shtreimel, el gorro de cola de zorro. Su vestimenta de abrigo sorprende en pleno agosto (íntegramente de negro). Nuestro guía nos recuerda que muchos judíos jasídicos proceden de la antigua URSS. Las mujeres, con faldas por debajo de la rodilla y blusas de manga larga, se cubren el pelo una vez casadas. Caminan por la calle embarazadas, con un carrito de bebé y rodeadas de mínimo, otros tres niños más. Lo dice el Génesis- creced y multiplicaos- y las estadísticas: Israel es uno de los países con mayor tasa de fecundidad de Asia. Nuestro guía nos cuenta que en la mayoría de casos son las mujeres las que trabajan, mientras los maridos se dedican al estudio de la Torá y echan una mano con los hijos. Parece ser que en la primera cita se toma un té, en la segunda se pasea y en la tercera, si hay sintonía en la pareja, se empieza a preparar el matrimonio.

No me la imaginaba así, esperaba otro tipo de templo. La Iglesia del Santo Sepulcro es un galimatías estético donde todas las ramas del cristianismo reclaman su lugar (católicos, ortodoxos, coptos...). Es agosto del 2023, el santuario está en obras y la iglesia se muestra aún más caótica de lo habitual; a mi modo de ver, un puzzle hecho con piezas que no acaban de encajar. El momento mágico acontece cuando un chico de unos veinte años, que tiene a su madre en videollamada, empieza a llorar frente a la Piedra de la Unción, por la que los fieles pasan sus objetos personales para bendecirlos. La emoción de esa madre traspasa la pantalla y llena nuestros ojos de lágrimas. Dentro del Santo Sepulcro, lo que más impacta es la sensación de calor, las lámparas de aceite cuelgan del techo en un espacio muy reducido. Desde la antesala, emociona ver a cuatro jóvenes andaluces arrodillados recitando su plegaria en esos diez-quince segundos en los que el monje custodio, franciscano u ortodoxo según la hora del día, permite permanecer dentro. El Santo Sepulcro es la tumba de Jesús según el relato romano pero además de esta, existe otra, en pleno barrio árabe: la Tumba del Jardín. Es aquí, donde vivimos otro momento mágico: un grupo de africanas evangelistas vestidas con togas de colores canta dando palmas "Jesus is alive", al más puro estilo gospel. Su alegría nos contagia y se nos escapan las lágrimas. Mientras que el Santo Sepulcro es un lugar oscuro donde se honra la muerte; la Tumba del Jardín es un lugar lleno de luz donde se celebra la vida. Lo cierto es que siempre he admirado la capacidad de algunos cristianos de convertir la misa en una auténtica fiesta.

Si hay una vista de la ciudad Santa que impresiona, es desde el Monte de los Olivos, el gran cementerio judío, donde por falta de espacio algunos pagan auténticas fortunas para enterrarse. Los fieles descansan eternamente, mientras esperan la construcción del Tercer Templo. Los autobuses llevan a los turistas a la cima y luego, estos descienden hasta la base. Nosotros subimos a pie y gracias a ello, tenemos la suerte de estar solos en el Jardín de Getsemaní, observando los olivos milenarios, junto a los que la Biblia dice que detuvieron a Jesús. Contemplar árboles tan antiguos es algo indescriptible; su energía es única, son testigos de siglos y siglos de historia. La Iglesia del Sepulcro de María en el Valle del Cedrón, que separa el Monte de los Olivos de la ciudad amurallada, es otra joya escondida en el subsuelo, cuyo techo está oscurecido por el humo de las velas. Acudimos en plena celebración de la misa ortodoxa: la humedad y la marabunta de gente hacen que tenga que sentarme por un momento. Los fieles comulgan con pan y uvas y los sacerdotes golpean las escaleras con una especie de báculos. 

Otro momento mágico, esta vez más mundano, lo vivimos en una lavandería callejera, donde una señora francesa nos da detergente y nos explica como funcionan las máquinas. Mientras hacemos la colada, mantenemos con ella y su hija una agradable conversación en francés, en la que nos cuenta que desde hace años su familia pasa su mes de vacaciones en Israel. La mujer, que se define como protestante, adora el clima espiritual de la ciudad. Su voz inspira una profunda paz; su corazón está lleno de bondad.

El domingo por la mañana nos dirigimos a la Explanada de las Mezquitas, a través de la entrada junto a la plaza del Muro de las Lamentaciones, la única por la que pueden acceder los no musulmanes. La tranquilidad que allí impera es total, un remanso de paz en medio de una bulliciosa ciudad. El barrio árabe, el más grande de la ciudad, es más desordenado y animado que los demás. Aunque cueste creerlo, en él se encuentran la mayoría de estaciones de la Vía Dolorosa, el camino que hizo Jesús con la cruz y que los turistas religiosos llegados de todas partes del mundo reproducen. Admiramos la Cúpula de la Roca, recubierta de azulejos de vivos colores. Pocos edificios reúnen tanta belleza como aquel sobre el cual según el Corán, Mahoma ascendió a los cielos. Descubrimos que la obra fue un encargo a los ceramistas armenios. Este pueblo fue el primero en abrazar el cristianismo y actualmente, constituye una minoría en la ciudad Santa. Según la tradición, ellos custodian la cabeza del apóstol Santiago el Mayor, patrón de Galicia. Desafortunadamente, la iglesia estaba cerrada por reformas; pero en nosotros queda el germen de conocer más a fondo a este pueblo y viajar próximamente a Armenia.

Y por último, el momento más mágico de todos. Atardece en Jerusalén y todo el mundo se dirige al Muro de las Lamentaciones. Un ritual que repetimos los tres días que estuvimos en la Ciudad Santa. En todas las entradas, controles de seguridad. La policía israelí tiene una fuerte presencia en el lugar. Sorprende ver a jóvenes sin uniforme con metralletas; entendemos en ese momento, los carteles en los que, junto a no comer o vestir de forma recatada, figura la prohibición de entrar sin armas. 

En la plaza del Kotel, hay sitio para todos, fieles y turistas. Junto al Muro, los judíos ultraortodoxos se amontonan en una esquina, la más próxima a la piedra fundacional (donde Abraham hubo de sacrificar a su hijo Isaac), mientras se balancean en su oración. Los más jóvenes cantan y bailan para celebrar el "Shabat"; las mujeres hacen lo propio en su lado del Muro. Cuando estoy escribiendo mi petición, una chica judía se me acerca para recordarme que "en Shabat, escribir no está permitido". Guardo el papel y le pido disculpas; vuelvo el próximo día. Por fin, me acerco al muro y dejo allí mi papelito. Cuesta tocarlo, el lado de las mujeres es más pequeño y está abarrotado. Siento el calor que irradia la piedra y el que emana de ellas, que se van caminando de espaldas para no dar la espalda al Muro. Me retiro a la parte trasera de la plaza, me siento en el suelo y contemplo a las personas que pasan. Parejas y familias judías me piden que les haga una foto. Es entonces, cuando se escucha la voz del muecín, que llama a la oración desde el otro lado del Muro y todo se entrelaza. Aunque judíos y musulmanes comparten mucho (hebreo y árabe son muy parecidos al oído), el conflicto social y político sigue existiendo en una tierra literalmente dividida. Sentada en la plaza, donde me siento aceptada, siento una profunda tristeza al recordar el muro con Cisjordania que vi en la carretera. Educada como fui en el catolicismo, me maravillo una vez más pensando en la trascendencia que Jesús tuvo en la historia de las tres religiones (como Mesías en el Cristianismo, profeta en el Islam y hereje en el Judaísmo) y me pregunto si el cristianismo hubiese llegado a nuestros días si no fuese abrazado por Roma. Quizás sería una religión muerta y mi madre no rezaría con tanta fe a la Virgen, a Jesús y a todos los santos.

Israel es un país muy joven, así lo atestiguan las grúas que conforman su paisaje. Este hecho es especialmente visible en Tel-Aviv, una ciudad cosmopolita donde abundan los rascacielos y las playas con palmeras recuerdan a las de la costa californiana. Aquí, apenas se ven judíos uniformados y las chicas visten top y mallas deportivas. Una ciudad, con mucho menos encanto que Jerusalén, pero en la que también pudimos presenciar un atardecer mágico, desde las aguas a 30ºC del Mediterráneo.

domingo, 18 de junio de 2023

Buenas y no mejores amigas

Tengo que confesaros que siento verdadera admiración por aquellas personas que conservan a sus amigas de la infancia. Desde el colegio, aún separadas en la universidad, hay amigas que son capaces de mantener el contacto y reencontrarse después de años, muchas veces convertidas en madres. Esas amigas que compartían sueños en el instituto y de adultas, siguen compartiendo vida. Esas amigas, que gracias al esfuerzo de ambas partes, han conseguido un vínculo inquebrantable. Es algo mágico.

De adolescente, tuve una mejor amiga. En aquel tiempo, ella era todo para mí. Nos pasábamos el día juntas; una en casa de la otra, éramos uña y carne. Fueron muchas las veces que nos juramos amor eterno; lo escribimos en nuestras carpetas, jamás nos enfadamos. Ella tenía un carácter fuerte; yo, no tanto. Pero hacíamos un tándem perfecto, nos defendíamos mutuamente y nos creímos inseparables. Supongo que estábamos cegadas por el amor que nos profesábamos y éramos incapaces de ver nuestros respectivos defectos. Nos costaba decirnos abiertamente que nos habíamos hecho daño. No creo que ninguna fuera culpable, ambas lo dejamos pasar y no pudimos resistir el paso del tiempo. 

De adulta, tuve la suerte de tener varias "mejores" amigas. Comprendí que las amigas de verdad no requieren esa exclusividad superlativa. Ni mejores ni peores, simplemente, buenas amigas. Al igual que en la infancia, esas amigas nacieron de circunstancias comunes; misma carrera, mismo trabajo. Compartimos tiempo y espacio, siendo conscientes de que las circunstancias de ambas en un futuro, cambiarían. Exprimimos al máximo esas épocas juntas y tuvimos también nuestras desavenencias. Teníamos ya un carácter forjado, éramos muy parecidas en algunas cosas y en otras, muy diferentes. Nunca nos cegó el amor, siempre tuvimos la confianza suficiente para hablar de nuestros defectos. Hubo momentos en que nos reconocimos que nos habíamos hecho daño, pero ambas pusimos de nuestra parte y conseguimos resistir el paso del tiempo.

Hay personas que pueden construir amistades incondicionales ya desde la adolescencia. Cuando miro a mi alrededor, me doy cuenta de que estas personas tienen ciertas cualidades en común: sólidos valores, una gran madurez, un amplio sentido del deber y la responsabilidad y una generosidad sin límites. Otras personas, entre las que me incluyo, necesitamos encontrarnos a nosotras mismas para poder construir amistades incondicionales. Afortunadas las que tenemos esas amigas de referencia a nuestro lado.

Bulgaria, la gran desconocida

Las fronteras siempre me han parecido lugares con magnetismo. Son el origen de un sinfín de historias, aunque desgraciadamente no todas sean...