Buenas y no mejores amigas

Tengo que confesaros que siento verdadera admiración por aquellas personas que conservan a sus amigas de la infancia. Desde el colegio, aún separadas en la universidad, hay amigas que son capaces de mantener el contacto y reencontrarse después de años, muchas veces convertidas en madres. Esas amigas que compartían sueños en el instituto y de adultas, siguen compartiendo vida. Esas amigas, que gracias al esfuerzo de ambas partes, han conseguido un vínculo inquebrantable. Es algo mágico.

De adolescente, tuve una mejor amiga. En aquel tiempo, ella era todo para mí. Nos pasábamos el día juntas; una en casa de la otra, éramos uña y carne. Fueron muchas las veces que nos juramos amor eterno; lo escribimos en nuestras carpetas, jamás nos enfadamos. Ella tenía un carácter fuerte; yo, no tanto. Pero hacíamos un tándem perfecto, nos defendíamos mutuamente y nos creímos inseparables. Supongo que estábamos cegadas por el amor que nos profesábamos y éramos incapaces de ver nuestros respectivos defectos. Nos costaba decirnos abiertamente que nos habíamos hecho daño. No creo que ninguna fuera culpable, ambas lo dejamos pasar y no pudimos resistir el paso del tiempo. 

De adulta, tuve la suerte de tener varias "mejores" amigas. Comprendí que las amigas de verdad no requieren esa exclusividad superlativa. Ni mejores ni peores, simplemente, buenas amigas. Al igual que en la infancia, esas amigas nacieron de circunstancias comunes; misma carrera, mismo trabajo. Compartimos tiempo y espacio, siendo conscientes de que las circunstancias de ambas en un futuro, cambiarían. Exprimimos al máximo esas épocas juntas y tuvimos también nuestras desavenencias. Teníamos ya un carácter forjado, éramos muy parecidas en algunas cosas y en otras, muy diferentes. Nunca nos cegó el amor, siempre tuvimos la confianza suficiente para hablar de nuestros defectos. Hubo momentos en que nos reconocimos que nos habíamos hecho daño, pero ambas pusimos de nuestra parte y conseguimos resistir el paso del tiempo.

Hay personas que pueden construir amistades incondicionales ya desde la adolescencia. Cuando miro a mi alrededor, me doy cuenta de que estas personas tienen ciertas cualidades en común: sólidos valores, una gran madurez, un amplio sentido del deber y la responsabilidad y una generosidad sin límites. Otras personas, entre las que me incluyo, necesitamos encontrarnos a nosotras mismas para poder construir amistades incondicionales. Afortunadas las que tenemos esas amigas de referencia a nuestro lado.

Comentarios

Entradas populares