Doctor Jekyll y Mr. Hyde

En estos últimos meses, en los que he vuelto a dar clases particulares, he podido reparar en la dicotomía que supone ser profesor de aula y profesor particular. Si bien ambos enseñan, el profesor de aula tiene la responsabilidad/poder de evaluar, lo que en ocasiones, lo convierte a ojos del alumnado en una figura a temer y respetar. El profesor particular, en cambio, es una especie de consejero, una figura de confianza que emprende junto al alumno la tan importante empresa de "aprobar". Se forja entre ambos una alianza tácita con un objetivo común: "combatir" al profesor de aula. Y es que los docentes hemos de ser versátiles, en ocasiones Doctor Jekyll (particular) y en otras, Mr. Hyde (titular).

El profesor particular establece con su alumnado una relación cercana, conoce de primera mano sus preocupaciones y dificultades y al no tener la presión añadida de evaluar, disfruta plenamente del proceso enseñanza-aprendizaje. Al ser un sólo alumno o un pequeño grupo, dispone del tiempo suficiente para pararse con cada uno y que nadie se quede atrás. El clima de las clases es muy familiar, al encontrarse el alumno fuera de su grupo habitual no duda en preguntar ni teme cometer errores. Solo así, se puede poner en práctica un verdadero aprendizaje horizontal. La contrapartida de todo ello es que el profesor particular debe amoldarse a las directrices del profesor titular, no disponiendo de mucho margen para la innovación o la creatividad. Las familias recurren a él con un objetivo claro: aprobar.

El profesor titular (Mr. Hyde) cuenta con decenas de alumnos a los que a veces, es difícil manejar. Desbordado por el mal comportamiento de una clase, puede perder la paciencia con mayor facilidad. Ha de lidiar con momentos de griterío extremo cuando quiere explicar y con los incómodos silencios cuando lanza una pregunta al aire y por miedo a hacer el ridículo, nadie se atreve a contestar. Situaciones ambas que resultan de lo más frustrantes y pueden desembocar en un aprendizaje vertical, donde el profesor dicta y el alumno se limita a copiar. El profesor de aula tiene, sin embargo, el magnífico poder de transformar el currículum y hacerlo atrayente para su alumnado, de contagiar el amor por su materia e influenciar a un gran número de estudiantes. Como decía el tío Ben, "un gran poder conlleva una gran responsabilidad" y la contrapartida a esto, es tener que evaluar.

La mayoría de profesores empezamos nuestra carrera como Doctor Jekyll, dando clases a unos pocos alumnos de Secundaria cuando estamos en la universidad. La diferencia de edad con nuestro alumnado es menor y quizás por esto, es más fácil para todos empatizar. Las clases particulares son una oportunidad magnífica para disfrutar de la docencia, sin la presión del papeleo, los exámenes o las notas. Desafortunadamente, no siempre es un trabajo bien remunerado. Así que por cuestiones salariales y sobre todo vocacionales; el doctor Jekyll se transforma en Mr. Hyde, pasa a ser matutino y asume gustoso el papel de "villano" para poder liderar un verdadero cambio en las aulas.

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