Oda a 1ºESO

Si hay un curso de la ESO realmente especial para los profesores, ese es 1º de ESO. Un curso tan apasionante como agotador, por el que, en mi opinión, todos los profesores de Secundaria deberíamos pasar, para valorar, aún más si cabe, el trabajo de nuestros compañeros de Primaria. Un curso de esos, que hacen callo. Recién estrenada la ESO, la mayoría de niños y niñas aún conservan esa curiosidad y ganas de aprender características de la infancia. Esa, que a los profesores, nos llena el corazón de ternura e incluso, hace que nos sintamos mal cuando toca llamar a filas a nuestro alumnado. Y es que esas personitas tan ansiosas y motivadas, son las mismas que nos absorben la energía, como si de pequeños dementores se tratara. Tanto es así, que el nivel de agotamiento tras cuatro clases seguidas en 1ºESO es equivalente a una maratoniana jornada de entrenamiento.

Cuando un profesor baja a 1º ESO desde cursos superiores, de lo primero que se da cuenta es de la necesidad de ralentizar el ritmo de las clases. Las indicaciones deben ser repetidas un mínimo de tres a cinco veces. El nivel de autonomía del alumnado es muy bajo, siendo el profesor responsable de indicar todos y cada uno de los pasos a seguir en la clase; sin pasar por alto si lo que va a escribir en la pizarra, se copia a continuación, en otra hoja, en otra carilla o a boli o a lápiz. A este nivel, a la mayoría del alumnado le asusta la permanencia del bolígrafo y es frecuente que entreguen pruebas anónimas escritas a lápiz. Y es que poner el nombre en exámenes y trabajos, fue, es y seguirá siendo el caballo de batalla de los profesores a lo largo de los tiempos. A esta edad, empieza a desarrollarse el pensamiento abstracto y aunque son muy hábiles memorizando, las tareas que requieren ciertos niveles de razonamiento, como las preguntas tipo test, les cuestan mucho trabajo. Esas mismas dificultades están presentes en lo que al control de impulsos se refiere, pues con doce años, la paciencia no es una virtud que la mayoría practique. Así, nada más entrar en el aula, el docente será testigo de como el alumnado repite su nombre en innumerables ocasiones, se levanta del sitio sin  permiso o le da con el dedo en el brazo reclamando atención para pedir ir al baño, a la taquilla, a la papelera o donde se precie.

A pesar del esfuerzo que supone mantener el orden en una clase con estas características y de la prueba de fuego a la paciencia del docente, trabajar con 1ºESO resulta tan enriquecedor como emocionante. Si por algo destaca el alumnado de este curso es por su alta motivación por el aprendizaje y sus inmensas ganas de participar en la clase. No importa el tema, siempre habrá algún alumno o alumna con la mano levantada para compartir una anécdota más o menos relacionada. Y es que en 1ºESO, la vergüenza adolescente aún no ha hecho su aparición y el alumnado se ofrece voluntario para leer, corregir o compartir en voz alta sus opiniones. Con frecuencia, es necesario reconducir la clase, ya que sus intereses derivan a menudo en cuestiones fuera de temario. Dotados de una inmensa creatividad, abundan en este curso las preguntas originales, que dejan al docente fuera de juego en cuestión de segundos. Otra de las ventajas del curso es que resulta ideal para llevar a cabo proyectos diversos, ya que a estas edades trabajar competencias es tan importante o más que los contenidos. En 1ºESO, no existe la presión de cursos superiores por abordar todo el temario y las experiencias motivadoras de aprendizaje tienen mayor cabida en las programaciones. Experiencias que no sólo apasionan al alumnado, sino que también agradecen explícitamente. 

Por los motivos mencionados, 1ºESO supone un reto para cualquier profesor habituado a dar clases en cursos superiores. A este nivel, la clase magistral desaparece para dar paso a intercambios dialécticos en torno al temario entre un adulto y treinta niños y niñas ávidos de aprender, de los que el docente deberá asegurarse que tomen nota en el cuaderno. Eso, que los mayores hacen de forma automática, debemos enseñárselo a los más pequeños. Ahora bien, la paciencia, el tiempo y la dedicación de cualquier maestro, no es retribuida sólo a través del salario, sino que viene devuelta con creces mediante la admiración, el cariño y los abrazos de todos esos niños y niñas y también, de muchas de sus familias.

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