Burocracia en tiempos de coronavirus

De nada sirven más de doce años de experiencia peleando con la Administración (becas, matrículas, solicitud de acreditaciones, etc. ) cuando se trata de realizar un nuevo trámite y más, en los tiempos que corren. Porque si ya de normal, las cosas de palacio van despacio, imaginaos en tiempos de coronavirus, donde si no consigues cita previa, estás perdido. Los plazos de entrega son inamovibles, así que no queda otra que apañártelas como puedas para recabar la documentación necesaria y ser capaz de registrarla. Y es que todo sería más fácil si hubiese un procedimiento telemático, pero para desgracia del solicitante, este brilla por su ausencia. 

Pongamos por caso que la Administración correspondiente publica una resolución para inscribirse en listas de contratación de profesorado. El plazo es de diez días hábiles. A diferencia de la inscripción en oposiciones, en este caso, no existe procedimiento telemático. Tu sexto sentido te dice que empieces pronto a recabar la documentación necesaria, no vaya a ser que te falte algo y los servicios de gestión académica de la universidad se retrasen. Grata sorpresa te llevas, cuando responden rápido. Después de leer varias veces el texto oficial de la convocatoria, sigue sin quedarte claro qué es lo que tienes que presentar pero el tiempo apremia, le echas imaginación y sigues adelante. 

Decides fotocopiar todos los méritos, quizás lo hagas por quintuplicado si son cinco a las listas que pretendes apuntarte. Unos 7 euros aproximadamente en fotocopias. Súmale las tasas de inscripción y estarás fácilmente en los 100 euros. Tras pasar varios días organizando los documentos de acuerdo a la solicitud, acudes al órgano correspondiente, donde habías pedido cita una semana antes, convencida de que por fin, podrás formalizar tu inscripción. Cometes el error de no llevar los documentos originales y el funcionario de turno, se niega a compulsarlos. En ningún sitio se especificaba que tuvieses que llevarlos, pero has perdido tu cita, se siente. Para más inri, la próxima hora libre en el registro es cinco días después de concluir el plazo. Maldita suerte la tuya.

El funcionario ve tu cara de consternación y te sugiere que acudas al Registro Civil, donde suele haber menos gente. Aún hay esperanza para ti. Te diriges como alma en pena al edificio correspondiente, el guardia de seguridad te persigue y te indica amablemente que pidas cita previa. Por designio divino, hay hueco antes de que concluya el plazo. Cruzas los dedos y esperas que nada más se tuerza, pues los días pasan y se acerca la fecha límite de entrega. Moraleja: cuando de trámites administrativos se trate, ármate de paciencia para el combate. Pregunta a alguien que sepa o busca tutoriales por Internet, pues es posible que con tanta vuelta, te acabes sintiendo como un auténtico botarate.

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