jueves, 19 de diciembre de 2019

Pesadilla antes de Navidad

Tomo el título de la película de Tim Burton, para recrear la vida escolar en la semana previa a la Navidad. El alumnado ya está evaluado, las notas entregadas. Dile tú a los chavales que mientras no dan las vacaciones, hay que seguir trabajando. De nada vale intentar convencerlos de que la segunda evaluación es muy corta y el tiempo hay que aprovecharlo. Ellos se toman muy en serio el "carpe diem", ya habrá tiempo de agobiarse la víspera de los exámenes. Una vez recibido el boletín, lo único que quieren es ensayar los villancicos del festival navideño, en bucle durante las seis horas de clase.

Hablando de festivales navideños, cabe distinguir entre el alumnado de Infantil-Primaria y el de Secundaria. Mientras que los primeros esperan ilusionados que llegue el momento, preparan su atuendo semanas antes y torturan a padres y profes, repitiendo canciones y coreografías de forma vehemente; los segundos no se ponen de acuerdo en qué canción escoger, ni en la vestimenta a utilizar, ni en el hecho de cantar o bailar. La vergüenza es soberana en asuntos adolescentes y el cambio de voz a algunos, le juega malas pasadas.

El espíritu navideño se adueña del colegio. La sala de profesores se convierte en el plató de Sálvame; rebosante de bombones y polvorones enviados por el AMPA y las editoriales. La pelea con la báscula empieza cada vez antes, hay que ir entrenando el estómago para las Navidades. Los maestros de Infantil reciben obsequios de los padres, los de Secundaria nos contentamos con que, a pesar de todo, nos deseen un feliz año. Por los pasillos, hay duendes, renos y elfos disfrazados; y los villancicos que no falten. En la puerta de entrada, en el salón de actos, en la biblioteca, en el comedor, en audiovisuales, en todas las aulas. Y en tu cabeza, retumban las campanas.
 
Y llega el ansiado último día, la puesta de largo: el festival. Las familias de los más pequeños abarrotan el salón de actos, móviles en mano para viralizar la actuación de sus vástagos. Para los padres, ese día es obligado en el trabajo, han de ovacionar a sus enanos por semejante esfuerzo coreográfico. Y es que no hay público más agradecido que las familias de Infantil-Primaria. En el caso de Secundaria, una sucesión de villancicos más o menos afinados tendrá lugar en el escenario, donde no faltarán hits como Feliz Navidad, Los peces en el río, El burrito sabanero o alguna versión 2.0 dedicada a los profesores al estilo de las "cantigas de escarnio".

martes, 10 de diciembre de 2019

Notitis febril

El otro día me comentaba una compañera el siguiente suceso acaecido en el colegio. Dos niñas de 5º de Primaria, comentando los resultados del último examen. Niña 1 dice: "saqué un 7,5". Niña 2 responde "vaya mierda de nota, tu madre te va a matar". Semejante aseveración me ha hecho pensar en cómo hemos perdido el norte como sociedad. Parece que ser buena persona o tener cultura ya no es prioritario, lo importante, lo que nos define, es la nota de los exámenes. O eso creen la mayoría de alumnos, convencidos de que el que saca un 10 vale infinitamente más que el del notable. A este respecto, no puedo dejar de preguntarme si este pensamiento se debe a la presión de un núcleo familiar hiperexigente o simplemente pertenece al terreno de la fantasía adolescente.

A nivel de enseñanzas medias, convencer al alumnado de que los exámenes no son más que una herramienta de evaluación es imposible para el profesorado. A ellos, no les importa aprender de los errores; sino aprobar e ir pasando de curso. Y a algunos, lo que les preocupa de forma exclusiva es obtener la mejor nota de su clase. En parte, no podemos culparlos, ya que el acceso a la universidad estará condicionado por la famosa "nota de corte", puesto que de alguna forma los estudios hay que baremarlos. Lo preocupante del asunto es que esta obsesión por "ser el mejor" cada vez comienza antes, existiendo gran cantidad de niños que viven una angustia permanente y soportan unos niveles de estrés anormales para su edad. Y por desgracia, también muchos niños medicados.

¿Cual es el origen entonces de esta obsesión por sacar dieces? No son pocos los niños que no se conforman con el 9 y se echan a llorar ante lo que consideran un fracaso. ¿Nace de ellos o es fruto de la presión parental? Llamadme ilusa pero me cuesta creer que haya personas que inculcen a sus hijos estos valores, que les enseñen que su valía viene determinada por un número escrito en un papel. Supongo que todo padre desea lo mejor para su hijo, le insta a superarse y a ser alguien de provecho, pero siempre dentro de unos márgenes. Cuando estos se desdibujan y la salud mental del niño está en riesgo, debe sonar una señal de alarma. Por desgracia, hay progenitores que, consciente o inconscientemente, llevan a sus hijos al límite, con la falsa idea de ayudarles a ser mejores.

Si no proviene de los padres, entonces ¿de dónde surge esta "notitis" febril que infecta al alumnado? Me atrevería a señalar algunas de sus causas. La primera, la crisis de valores en la que nos hallamos. El alumno diez educado con el profesor y empático con sus compañeros ha sido sustituido por el alumno que saca dieces, haciendo alarde de una gran pedantería. La segunda, la necesidad de autoafirmación del adolescente que pretende destacar en el grupo de iguales, siendo objeto de admiración para el resto de la clase. La tercera, la figura del niño emperador, acostumbrado a ganar en todo, engendrado en una familia que le rinde culto a su perfección. En definitiva, sociedad, familia y profesores, todos tenemos un papel clave en la difusión de esta epidemia que afecta a la educación.

miércoles, 4 de diciembre de 2019

De profesión, youtuber

En mi época, cuando a un niño le preguntabas "que quieres ser de mayor", las respuestas más comunes eran futbolista, astronauta, médico y profesor. Como ya he comentado en anteriores ocasiones, los tiempos han cambiado mucho. Ahora, los niños ya no buscan referentes en la familia o en el entorno próximo, sino en Internet y las redes sociales. El joven sentado frente al ordenador con su habitación de fondo, hablando de Física o videojuegos, es lo que a día de hoy se considera un triunfador. Una personalidad histriónica y numerosos cortes de cámara son requisitos indispensables. Y creatividad, ingrediente básico. Esta no es tan fácil de encontrar, porque casi todo está inventado.

Con el propósito de llevar a cabo una tarea contextualizada con mi alumnado de 3º ESO, este curso decidí proponerles la realización de un vídeo doméstico sobre un elemento químico previamente asignado. El curso pasado, los alumnos llevaron a cabo exposiciones orales en clase; este formato sin embargo, no resultó demasiado exitoso. La ejecución de las exposiciones ocupó varias sesiones y la programación tuvo que acortarse por falta de tiempo (prejuicio para el profesor). Los adolescentes se expresan mejor y se sienten más cómodos frente a una cámara que frente a un público.

La primera reacción a la propuesta, como es costumbre a estos niveles, es preguntar "cuanto cuesta", que traducido a lenguaje corriente significa "cuanto puntua en la evaluación". Así, el alumno en cuestión empieza a hacer sus cuentas, porque hacerlo por aprender, siempre fue una tontería. Es entonces cuando el que quiere nota o el que está raspando el aprobado, se propone llevar a cabo la tarea. "Libertad creativa" fueron mis palabras, y esa fue la semilla del caos. El alumnado está tan acostumbrado a que le digan lo que tiene que hacer, que si no se lo dicen, entra en pánico. Cuando una clase entra en pánico, son unos veinticinco o treinta niños gritando. Sordera precoz del profesor.

Tras el griterío inicial, después de que el alumnado de rienda suelta a su adrenalina, el profesor los guiará y les mostrará ejemplos, reconociendo que la creatividad es fruto también del conocimiento. Habiendo anunciado el trabajo con mes y medio de antelación, se verá el día de la entrega, rodeado de pendrives y con el correo colapsado. Lo de "no dejar todo para el último momento" es algo que debemos decir siempre los maestros, aunque no creamos en ello. Cinco horas en fin de semana evaluando vídeos con los ojos inyectados en sangre. La mayoría realizados mecánicamente para salir del paso, efecto copia y pega formato. Y de repente, se obra el milagro: uno, dos, como máximo tres vídeos en los que no pestañeas, "curradísimos"  a la par que originales, en los que se puede entrever el trabajo y el talento. Solo un pequeño porcentaje de gente, puede convertirse en Youtuber de éxito.

Querido abuelo VII

Querido abuelo, Un nuevo año termina y como tengo por costumbre, me gustaría compartir contigo como evoluciona mi sueño de ser docente. Casu...