viernes, 15 de agosto de 2025

Bulgaria, la gran desconocida

Las fronteras siempre me han parecido lugares con magnetismo. Son el origen de un sinfín de historias, aunque desgraciadamente no todas sean felices. Si además de fronteras de países, son fronteras entre continentes, su interés es todavía mayor, siendo posible admirar el contraste entre distintas culturas en un espacio reducido. Y eso es, en mi experiencia, lo que más nos enriquece como seres humanos. 

La península balcánica es una zona que siempre ha atraído mi atención. Quizás sea por la facilidad de sus ciudadanos para aprender nuevos idiomas. Lo cierto es que los Balcanes forman parte de Europa pero su identidad difiere bastante de la de los países de Europa central. De esto, pude percatarme en anteriores viajes a Bosnia, Croacia y Rumanía. La huella de su pasado comunista, el rico folclore conservado en las zonas de montaña y unas capitales de lo más cosmopolitas hacen de estos países un atractivo para los turistas. Sin embargo, hay naciones, que siguen siendo grandes desconocidas.

En mi caso, apenas sabía nada de Bulgaria, hasta que decidimos visitarla estas vacaciones. Entonces empecé a investigar y descubrí que era uno de los países menos poblados de Europa. Los primeros pobladores de Bulgaria fueron los tracios, a quienes se les atribuye la invención del yogur. Quizás te suenen por la serie de gladiadores Espartaco. Siglos después llegarían los romanos y los otomanos. En Bulgaria, se inventó también el alfabeto cirílico, obra de dos monjes hermanos, Cirilo y Metodio.

Tal como relata Boyan, nuestro guía del free tour en Sofía, Bulgaria está empezando a recibir turistas gracias a las aerolíneas de bajo coste. Sorprende ver como un chico de menos de treinta años habla un perfecto español, habiéndolo estudiado únicamente durante la Primaria. Sorprende también ver a chicos jóvenes con calcetines altos y "spanish curly" entrar a rezar en las iglesias. Se ve que la iglesia ortodoxa fideliza a sus adeptos, los cuales tienen por costumbre besar los iconos y arrodillarse poniendo la frente en el suelo. A diferencia de las iglesias católicas, en las ortodoxas no hay esculturas. Los devotos encienden unas velas delgaditas (a diferencia de los grandes cirios católicos), las de arriba para los vivos y las de abajo para los muertos. Los templos ortodoxos son, por lo general oscuros, sus paredes suelen estar negras por el humo y el altar, tapado con cortinas. Los sacerdotes, con barba y pelo largo, se colocan durante la misa a la altura de los fieles (normalmente de pie) y reparten pan, pan en la comunión (no obleas). 

Entre los personajes más queridos por los búlgaros se encuentran Iván Rilski, Boris III y Vasil Levski.. En primer lugar, Iván Rilski fue un monje ermitaño, que renunció a su fortuna familiar, fundó el Monasterio de Rila (uno de los siete monumentos patrimonio de la UNESCO del país) y aparece en la moneda de 1 lev. Es la figura religiosa más emblemática del país y en muchas iglesias ortodoxas está representado al lado de Jesús. En dicho monasterio, llama la atención la tumba de un "monje de hierro", erudito y maestro. Según nos explican reciben esta denominación los monjes viudos, porque en la iglesia ortodoxa búlgara los sacerdotes están obligados a casarse al menos una vez en la vida. A continuación, el rey Boris III, penúltimo zar, que sobrevivió a varios atentados, intercedió a favor de la comunidad judía en la época nazi y murió repentinamente tras una visita a Hitler. María, nuestra guía del Monasterio de Rila (búlgara y residente en España durante años), cuya abuela pertenecía a la aristocracia, asegura que fue envenenado. Por último y no menos importante, Vasil Levski, héroe nacional búlgaro, que luchó contra los otomanos por la independencia del país y murió ahorcado. 

La ciudad de Sofía (pronunciada como esdrújula en búlgaro, a diferencia del nombre de mujer) es un crisol de religiones. Constantino estuvo a punto de elegirla capital del imperio romano de Oriente en lugar de Constantinopla. Además de iglesias ortodoxas, en ella se pueden visitar mezquitas y sinagogas. Entre los templos más llamativos destacan la pequeña iglesia de San Jorge, del siglo IV, escondida en una plaza cercada por edificios de la época comunista y la imponente catedral Alexander Nevski, sede de la iglesia ortodoxa búlgara, cuya construcción fue financiada por el pueblo búlgaro para celebrar la liberación de los otomanos. De la ciudad, llama la atención la presencia de árboles en todas las calles, que si bien aportan frescura en verano, levantan los adoquines, erigiéndose en auténticas trampas para viandantes. En ellos, los lugareños ponen esquelas que, a diferencia de aquí, suelen llevar fotografía.

Aunque Bulgaria no llegó a ser parte de la URSS, sí estuvo bajo su influencia. Es por eso que otro de los atractivos de Sofía es el llamado "Piso Rojo", un piso-museo de los años 80, donde es posible conocer la vida de una familia de clase media durante el período comunista. Allí explican lo difícil que era en la época hacerse con una vivienda o un coche o consumir productos extranjeros. Una cápsula del tiempo que nos traslada a la época de nuestros abuelos. Lo más llamativo es la ducha, de esas sin barrera- aún presente en ciertos alojamientos, responsable de la inundación del baño en cada uso.

La ciudad de Plovdiv, otra de las joyas del país, alberga el gran teatro romano, donde se hacen conciertos en verano. La ciudad está situada entre varias colinas y tiene una vistas espectaculares. Por sus empinadas calles, es posible encontrar antiguas casas de madera pertenecientes a aristócratas modernos. Cuenta también con un barrio bohemio donde las fachadas están decoradas con murales. 

Como no podía ser menos, la gastronomía del país tiene grandes influencias turcas, siendo el kebab un plato habitual. Entre los manjares más originales (aptos para vegetarianos) se encuentran el "tarator", una sopa fría a base de yogur con pepino, el mekitsa o donuts búlgaro, un dulce similar a los fritos de Lugo y el banitsa, un hojaldre con forma espiral relleno de queso. Para acompañar las comidas, es común el "ayran", bebida a base de yogur griego diluido con un poquito de sal. Bulgaria, paraíso para los amantes de los lácteos.

lunes, 28 de julio de 2025

Querido abuelo VIII

Hoy hubieras cumplido cien años y somos muchos los que celebramos haber compartido la vida contigo. Aún recuerdo como si fuera ayer cuantas personas acudieron a tu despedida. Nunca olvidaré a aquel vecino que se me acercó y me dijo "era un santo varón", y es que todo el mundo en el barrio te quería. Tus "amiguiñas" de la panadería, las del supermercado y por supuesto, tu gente de toda la vida. Tenías una capacidad extraordinaria para hacer amigos, abuelo. Tenacidad, avidez de sabiduría, personalidad y sentido del humor; las cualidades de todo buen profesor. 

Tú, abuelo, tuviste varios trabajos antes de ser celador. De asistir al cura a trabajar en un taller mecánico. De ti aprendí que en la vida es necesario reinventarse y al profesorado, nos toca hacerlo cada año. Cambio de centro, de materias y alumnado. En tu época, hacías de todo en el hospital, desde poner inyecciones a asistir al forense. En el ámbito docente, esa versatilidad es muy necesaria. Además de preparar y dar clases, rellenar papeleo y en ocasiones, hacer de psicóloga de familias y alumnado. 

Tú, abuelo, nunca dejaste de ampliar tus conocimientos. Te gustaba mucho escuchar la radio, leer el periódico, hacer preguntas. Aprendías palabras nuevas gracias a tus famosas sopas de letras. Nada más importante para enseñar que interiorizar el hábito de aprender continuamente. Aunque creciste durante el franquismo, tenías una mentalidad muy abierta. Respetabas al extranjero, al homosexual, abrazabas la diferencia. Eso es la educación, abuelo, ser y enseñar a ser tolerante.

Tú, abuelo, tenías una personalidad marcada, pero también un toque de sinvergüencería. No te gustaba que la gente se metiera en tu vida y cuando no estabas de acuerdo con algo, lo decías. Todo el mundo opina sobre el trabajo docente y a veces nos toca hacer valer lo nuestro. También te gustaba gastar bromas y hacer comentarios políticamente incorrectos. De ti aprendí a honrar el error y desde el respeto, a decir siempre lo que pienso. En estos tiempos en los que educar es más complejo que nunca, en la escuela y en la vida, el humor es la única alternativa.

Pero si algo aprendí de ti, abuelo, es la importancia de ser humilde. Tú, que te criaste en la aldea y trabajaste en la ciudad, tratabas del mismo modo al campesino que al médico del hospital. En estos años de profesora me di cuenta que esa, es la cualidad más importante de un buen maestro. Ser consciente de que todo el mundo tiene algo que enseñar. No es mejor docente el de la universidad que el del instituto, el de Secundaria que el de Primaria o el que aprueba la oposición del que no. Esa virtud tan tuya, es la que hace que te recordemos eternamente y la responsable de que un buen profesor se quede grabado por siempre en el corazón.

Gracias abuelo por ser mi maestro a través del espacio y del tiempo.

Te quiero

Bulgaria, la gran desconocida

Las fronteras siempre me han parecido lugares con magnetismo. Son el origen de un sinfín de historias, aunque desgraciadamente no todas sean...